Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

La elección de Mario Taracena como Presidente del Congreso no sólo fue difícil porque muchos desconfiaban de él, sino que además constituye una distinción para uno de los diputados más antiguos que hay en el país y con un alto perfil por la tendencia que ha tenido de actuar de manera que puede calificarse como controversial e impredecible. Sus primeras declaraciones en las que advierte que él no será tapadera de la cloaca que hay en el Organismo Legislativo, cuestionando el pacto colectivo que en mala hora suscribió Méndez Herbruger y anunciando que publicará las cuentas del Congreso, incluyendo los salarios, hacen ver que Taracena puede estar encontrando su sitio dentro de la historia porque se necesitan agallas para enfrentarse a todo ese río de intereses particulares que se mueve en el Congreso.

Algunos dicen que lo que puede hacer Taracena es una gran payasada, pero yo pienso que si él entiende el momento que se está viviendo y la significación que tiene el ocupar el cargo para el que fue designado en medio de esta crisis del sistema político, puede no sólo llegar a tiempo en su cita con la historia, sino además contribuir de manera muy especial para que el Congreso pueda dejar de ser lo que ha sido hasta ahora, es decir, el reducto principal de las fuerzas que mueven los hilos de la corrupción.

Hace falta alguien con el carácter de Taracena para dar ese paso trascendental. No cualquiera está dispuesto a enfrentarse a los diputados que tienen plazas fantasma y que cobran sobresueldos por colocar a sus parientes en nóminas de gente que no trabaja. Los mismos trabajadores del Congreso, que se han beneficiado del sucio pacto colectivo que firmó quien luego fue ministro de economía del ya cuestionado gobierno de Maldonado Aguirre, pegarán el grito en el cielo porque si algo no quieren que se sepa es cuánto ganan y Taracena ofreció publicar al detalle lo que se paga a cada uno de los empleados del Congreso.

Mucha gente no cree que Taracena pueda llegar al final de sus promesas, pero yo, en cambio, pienso que tiene el temple para ir adelante y para hacerle un gran servicio al país y a la sociedad que está en busca de ejemplos que le inspiren para continuar en su lucha contra la podredumbre que se ha generalizado. A lo mejor me equivoco, sobre todo porque contra él se moverán ahora todas las fuerzas para tratar de reducirlo al orden establecido e impedir que uno de los mismos diputados se convierta en piedra en el zapato, pero siempre he pensado que sus arranques, que algunos califican como payasadas, han sido siempre bien pensados y meditados y que, contra lo que la gente cree, no estamos frente a alguien desquiciado que actúa porque da rienda suelta a sus instintos.

No digo que sea perita en miel y que haya sido ajeno a todo lo que ha ocurrido en el Congreso, pero su peculiar personalidad me hace pensar que, a lo mejor, resulta haciendo lo que nadie esperaba de él.

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