Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Hoy hace cuatro años se iniciaba en el país un nuevo gobierno tras el período de los Colom en el que la que fuera Primera Dama ocupó la principal posición en la toma de decisiones e ingenuamente escribí que a lo mejor la experiencia de ejercicio de poder que tenía el general Otto Pérez Molina le permitiría actuar con conocimiento del Estado para atender los problemas del país. Y es que Pérez Molina como jefe del Estado Mayor Presidencial de Ramiro de León Carpio tuvo una muy importante cuota de poder en ese régimen y pudo vivir por dos años y medio muy cerca de un Presidente al que le costaba decidirse y consultaba mucho a quienes estaban cerca de él.

Pero una cosa era la experiencia de Pérez Molina como hombre de Estado y otra muy diferente era la influencia que sobre él ejercía otra mujer, en este caso investida con el poder de ser la Vicepresidenta de la República, la señora Roxana Baldetti Elías, quien hizo que se tuviera que seguir usando la frase acuñada con los Colom, al hablar de “la pareja presidencial”.

A raíz de la polarización que causa en el país el conflicto armado interno cuesta hacer un análisis objetivo de la milicia y por ello se pasa por alto que en el proceso de formación de los militares se les inculcaban, al menos en los viejos tiempos, valores como el espíritu de servicio, conocimiento de la historia y sentido de la Nación, todo lo cual también me hizo pensar en que Pérez Molina, quien sumaba a ello su costumbre de ejercer poder, podría ser un gobernante más efectivo para las necesidades patrias.
Sin embargo, creo que todas las virtudes que pudo tener el General fueron anuladas por la cercanía y notable dependencia que mantuvo respecto a la vicepresidenta Roxana Baldetti y hoy, cuatro años después de aquel día en que iniciaban la aventura de gobernar al país, ambos están en prisión esperando juicio por corrupción y en vez de acudir a la ceremonia de traspaso del mando presidencial, tendrán que verla por televisión gracias a los privilegios que todavía consiguen.

Y es que es imposible predecir el futuro y cuando una persona concreta años de trabajo para alcanzar el poder no sabe a los riesgos que se está metiendo, sobre todo si no tiene claridad en sus principios ni objetivos muy bien definidos. El poder es un gran corruptor de las personas y más aún cuando se rodean mal, se dejan manejar por otros que tienen intenciones aviesas, gente que siempre aparece en el entorno de los gobernantes y que explotan la adulación como arma.

El caso de Pérez Molina es importante analizarlo y tenerlo en cuenta porque es una muestra de cómo se puede tirar por la borda una oportunidad de pasar a la historia haciendo cosas importantes en bien del país. Verse en el espejo del general Pérez Molina tiene que ser una especie de tarea diaria que deberán hacer los gobernantes en el futuro, para centrarse en el servicio y alejarse de las tentaciones y las malas juntas.

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