Francisco Cáceres Barrios

Desde que supimos del triunfo electoral del nuevo presidente los guatemaltecos vinimos leyendo u oyendo de los comunicadores sociales la urgente necesidad que hay porque desde hoy mismo proporcione los nombres y detalles de su gabinete y de los dirigentes de las instituciones autónomas o descentralizadas del Estado; de su estado patrimonial; de cómo va a encarar la crisis financiera con que está recibiendo el gobierno; qué va a hacer para que los hospitales y centros de salud empiecen de inmediato a recibir a los guatemaltecos que requieran de sus servicios; que se reparen las escuelas y que los maestros no empiecen a declararse en huelga; como que los alumnos por primera vez después de hace mucho tiempo, reciban el pan de la enseñanza con calidad. En otras palabras todo urge. No hay plazos ni tiempos de espera. De lo contrario, todo pasará de castaño a oscuro.

Estoy seguro que si hubiéramos escogido al mejor de los superhombres de la constelación de estrellas para dirigir los destinos del país, también fracasaría en su empeño porque es llamarnos al engaño esperar que don Jimmy Morales vaya a poder pasar la prueba, aunque se hubiera graduado magna cum laude de administrador de empresas. Más prudente es esperar que diseñe el orden de prioridades para cada uno de los problemas que reciba para luego, pasar a implementar aquellas políticas públicas que, a lo mejor ya tiene elaboradas, pero teniendo muy presente que lo primordial es devolverle a la presidencia del Estado la credibilidad que perdió desde que en 1985 se aseguró que la nueva y esperanzadora democracia traería consigo el crecimiento y desarrollo.

Porque no hay por donde perderse. Lo primero es poner los pies sobre la tierra sin dejarnos llevar más por sueños de una noche de verano. No nos sigamos engañando, pues desde que Cerezo ganó la presidencia vinimos oyendo un montón de promesas en todos los campos de la administración pública y por si fuera poco, también solo bellezas se dijo para contar con una justicia pronta y eficaz, como que la función legislativa vendría a contribuir a la solución de tantos problemas.

En otras palabras, creo que habremos dado un gran paso si los gobiernos dejaran de decir mentiras, de emplear la politiquería de siempre y de manipular a la opinión pública, como hacer uso racional del gasto público. Pero, si lo anterior es un sueño o aspiración imposible de alcanzar ¿Por qué entonces no exigirle al nuevo presidente que solo nos hable con la verdad en la mano y así, nos vaya devolviendo poco a poco la credibilidad que desde tanto tiempo atrás perdió la figura presidencial?

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