Estuardo Gamalero

«Cuando todo luzca bien, pronto estará mal»
Ley de Murphy

Aunque a veces me cuesta ser optimista, soy de esas personas que insiste en ver la oportunidad que provocan las crisis, sin embargo, me pregunto: ¿Cómo Guatemala puede estar tan bien, si los guatemaltecos vivimos en semejante adversidad, inestabilidad, falta de seguridad jurídica y entre tanto resentimiento? Por otro lado: ¿Cómo podemos anhelar una sociedad más justa, si queremos que se juzgue solo aquello que nos conviene?

El 2015, fue una tempestad en alta mar. Estuvimos a punto de perder el país y caer en un Golpe de Estado, que algunos justificaban como consecuencia de la lucha contra la corrupción. Sin embargo, como país salimos muy bien y con aplausos de dicha tormenta: por primera vez en décadas, como pueblo comprendimos que la delincuencia y la corrupción no son cosa de izquierda a derecha.

Soy de una generación que vivió el conflicto armado en la etapa de niñez y adolescencia. Fui testigo de las noticias que dejaban los secuestros, bombas y asesinatos de los guerrilleros. Pienso que si no estamos como Cuba, Nicaragua o Venezuela, se lo debemos al Ejército.

Lo anterior no me convierte en ciego de la historia o defensor de gente mala. También fui testigo del llanto de algún amigo que perdió a sus padres o sus propiedades, porque hubo pleito con la guerrilla o algún militar caprichoso. Hace tres años, vi la persecución penal y política que se gestó sobre la figura del General Ríos y el desgaste que como sociedad llevamos.

El 2016 empezó como guión de Hollywood, para algunos película de terror, para otros de ciencia ficción: I. Cae de nuevo el Chapo, quien venía sosteniendo pláticas con Sean Penn y Kate del Castillo; II. Peluquín Trump con su prepotencia y frases fronterizas, encabeza las encuestas preelectorales del país más poderoso del mundo; III. Y en Guatemala, en un mismo día se despachan 18 capturas de exoficiales del Ejército por delitos de lesa humanidad y se vislumbra una avalancha de revancha en contra de la línea militar conservadora (que supuestamente rodea al presidente Jimmy Morales).

Si la justicia se representa como la mujer imparcial, ciega y objetiva, difícilmente un caso en el cual se arresten a 18 personas simultáneamente, encaja dentro de esa descripción. El caso se complica aún más, cuando reconocemos dentro de esos nombres, algunos que en esta sociedad tan pequeña, tienen un pasado cuestionable.

Me parece incorrecto que por cualquier motivo se atente en contra de la institucionalidad del Estado, sus instituciones y también del Ejército, así como del rol que éste cumplía y cumple por mandato constitucional. Sin embargo, me quedo corto de palabras cuando las noticias presentan y describen sucesos que exceden el combate de armas entre dos enemigos.

Soy Abogado y si bien respeto la ideología y manera de pensar de cualquiera, me preocupa cuando veo instituciones del Estado, altos funcionarios y personajes del cuerpo diplomático, actuando e incidiendo con intereses que polarizan nuestra sociedad e interviniendo en los asuntos internos del país, al margen de la Convención de Viena.

Me parece importante separar las siguientes cuestiones: ¿Qué estoy defendiendo? y ¿a quiénes estoy protegiendo? Así como: qué estoy atacando, porqué y para qué lo estoy haciendo. No es justo ni conveniente polarizar al pueblo. Tampoco es correcto pretender y forzar espacios políticos que no se obtienen en las elecciones generales.

Lo anterior me hace reflexionar en el sentido de: ¿Para qué sirvieron los Acuerdos de Paz y la ley de reconciliación nacional? Tengo claro que ambos asuntos excluyen delitos de genocidio, lesa humanidad, torturas y desaparición forzada. Sin embargo, no dejo de ver un móvil económico, perverso y de revancha (no justicia) cuando se despiertan situaciones ocurridas hace más de 30 años.

Por el bien del país y su gente, tenemos que velar por que al nuevo gobierno le vaya bien. El Congreso debe cortar el nudo ciego que algunos diputados han hecho del proceso legislativo y las obras públicas. Las Cortes deben impartir justicia objetivamente y no al servicio de actores o presiones. El MP por mandato constitucional debe velar por el cumplimiento de las leyes del país. CICIG debe ayudarnos a combatir la corrupción según su mandato y no caer en la tentación y agenda de actores externos.

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