Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Sin duda hay un enorme interés por indagar en el entorno del Presidente electo para encontrar pistas de lo que puede ser su gobierno y de lo que se propone para el país, pero fuera de las frases que exaltan un tipo de nacionalismo propio de quienes creen en visiones tipo Guateámala, no hay realmente mucha materia para siquiera especular porque aun cuando es preguntado directamente sobre temas concretos, sus respuestas no son esclarecedoras y todo queda en ese lenguaje críptico o tan superficial como la idea de que si 16 millones de guatemaltecos se proponían resolver un problema en las fiestas navideñas, se habrían resuelto 16 millones de problemas, lo que podría interpretarse como que se acabaron los problemas.

A tan pocos días de que principie su gobierno no vale la pena comer muchas ansias por andar imaginando o por querer encontrar en sus respuestas a las entrevistas el sentido que tendrá su gobierno. Ya veremos, a partir del jueves, cuáles son sus intenciones y, sobre todo, la forma en que encara no sólo la responsabilidad de dirigir los destinos del país, sino el mismo poder que es tan traicionero porque lo mismo puede servir para las cosas más positivas y creativas que uno pueda imaginar, que para perder a un individuo que se encandila cuando empieza a vivir en esa fantasía tan brutal que causa la adulación constante y sin límite que puede embriagar hasta el endiosamiento al más pintado de los mortales.

Nunca me he cansado de decir que quienes llegan al poder debieran leer, como tarea obligatoria, el libro El Primer Día, de Luis Spota, en el que ese maravilloso autor de la serie de libros conocida como La Costumbre del Poder, relata lo que le ocurre a quien deja la Presidencia en su primer día de vuelta a ser aquel ciudadano al que ya nadie adula ni endiosa. Y creo que lo debieran de leer antes de recibir la banda presidencial, porque es ilustrativo respecto a lo falso que son muchas de las amistades y de las relaciones que más daño hacen, aquellas que encuentran la vena de la vanidad en el político para asegurarse un lugar privilegiado en la rosca que rodea al mandatario.

Una rosca en la que hasta los más fieles parientes y amigos se ven excluidos si tienen la osadía de decir la verdad y contradecir la marea de los aduladores. No conozco mucho el entorno de Jimmy Morales, pero tengo la idea de que su alter ego artístico, su hermano Sammy, es una persona seria y centrada que tratará de contrarrestar esa avalancha de gente tratando de endiosar a su hermano. Corre el riesgo, eso sí, de que sus palabras terminen siendo molestas porque es más agradable oír a quienes no tienen más que elogios y palabras alentadoras que a aquellos que advierten de los riesgos, indican los peligros o, peor aún, señalan los errores.

He presenciado transformaciones groseras en gente que cae en las redes de la adulación y siempre he pensado que mientras más mediocre es un político, más fácil es capturarlo por esa vía, mientras que la gente realmente grande se burla de los chaqueteros.

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