René Arturo Villegas Lara

En las abrasantes tierras del oriente de Guatemala la gente cuenta una serie de casos que parecen cuentos o cuentos que parecen casos. El caso es algo que ha sucedido y el cuento nace, en su mayoría, de la imaginación del autor. Quizá por eso los cuenteros de oriente tienen su asociación, aunque es difícil trazar la frontera entre la realidad real y la realidad que se inventa.

En uno de mis últimos viajes a Chiquimula de la Sierra, escuché de un parroquiano de la cafetería del Centro Universitario, cuyo nombre omito por razones de seguridad, algunos relatos que hoy comparto con usted, mi querido lector, sobre un gobernador departamental que tenía sus ocurrencias “gallegas” es el ejercicio de la función pública, sobre todo cuando le tocaba ejercer la representación del supremo gobierno. Les relataré algunas ocurrencias que escuché en esa oportunidad.

Se iba a inaugurar el servicio de energía eléctrica en la cabecera del departamento que gobernaba, servicio que por muchos años le habían estado solicitando al gobierno, y que por fin y gracias a una donación de Taiwán, se convertiría en una realidad, aunque sólo iluminara la ciudad de las 18:00 a las 21:00 horas, salvo la época en que oscurece más temprano, porque entonces el motor lo encendían a las 17:00 horas. Ese día de la inauguración se adornaron las calles con flecos de papel de china, se barrieron las calles y los alumnos de la escuela se aprendieron un himno que compuso el director de la banda departamental, en el que se exaltaba el valor de la energía eléctrica y su contribución al progreso, tal el nombre del lugar en donde se haría la luz. Llegada la hora del acto, presente el cabildo municipal, el embajador chino y su esposa, además de todos los vecinos, el maestro de ceremonias anunció que el gobernador diría unas palabras y que cortaría la cinta correspondiente, en nombre del gobierno. Entonces, el gobernador lanzó un profundo suspiro, llenó de aire sus pulmones y dijo:

“Al agradecer mucho esta donación al gobierno de Taiwán en nombre del supremo gobierno, tengo el honor de declarar inaugurado, este servicio de luz de metafen”.

En ese instante, el secretario municipal, que era el maestro de ceremonias, le dijo al oído al gobernador, que la luz era de mercurio, no de metafen, contestando el gobernador, que de todos modos, mercurio o metafen, servían para lo mismo.

En otra ocasión, el mismo funcionario le pidió al secretario que el discurso de inauguración de la feria de enero y coronación de la reina, se lo escribiera de tal manera que no se llevara más de quince minutos en leerlos. El dependiente cumplió su cometido redactándole unas cuantas palabras en una hoja tamaño oficio. Pasada la ceremonia, el gobernador llamó al oficial primero y le ordenó que le levantara un acta al secretario, por desobediencia, pues le había escrito un discurso de 45 minutos. Entonces el acusado se defendió diciéndole que él había cumplido con lo ordenado y que lo que pasó fue que leyó el original y las dos copias al carbón.

En otra ocasión, el susodicho funcionario contrató un albañil para que le hiciera una banqueta de cuarenta metros de largo por uno de ancho y le dijo:

“La banqueta la quiero de aquí al fresco”

El secretario le dijo “Tamarindal, señor gobernador”; pero, terco como siempre, se limitó a responder:

“Tamarindal o fresco son cosas similares”.

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