Mientras Guatemala pretenda atraer inversiones sobre la base de ofrecer una mano de obra barata no tenemos perspectivas de futuro, porque los países que avanzan lo hacen porque preparan a su gente e invierten en su capacitación para que puedan ser parte de la innovación que hay en el mundo. Con el “gancho” de la mano de obra barata atraemos inversiones que recuerdan los tiempos de la esclavitud, cuando el éxito de los negocios estaba basado en la ventaja que ofrecía el costo de la mano de obra, pero no existía desarrollo real.

En Guatemala, lo hemos dicho muchas veces, se consideró como antídoto contra las revoluciones la ignorancia de la gente y hubo gobiernos que plantearon como política de Estado mantener en ignorancia a la gente y ahora queremos castigar a quienes sufrieron esa miope visión, condenándolos a vivir con salarios que no alcanzan para satisfacer las necesidades de una familia.

Y lo hace una sociedad que ha visto sin despeinarse cómo millones de sus miembros emigran en busca de las oportunidades que su país les niega y que se beneficia con las remesas que son el pilar de nuestra economía. Lejos de sentir pena y vergüenza por esas condiciones, las aprovechamos torpemente para mantener el ritmo económico pero como aquel que se come sus ingresos y nunca tiene para invertir para mejorar hacia el futuro.

Si a eso sumamos que se incurre en arbitrariedad cuando el Presidente destituye a un Viceministro para forzar de manera irregular a la emisión de un decreto cuestionado, al punto de que el destituido no había entregado el cargo cuando ya el nombrado estaba haciendo micos y pericos, veremos que en Guatemala no tenemos la costumbre de querer hacer bien las cosas.

El viceministro nombrado por el Presidente no tenía facultades, aún si hubiera tomado posesión legalmente, porque no le correspondía hacerse cargo del despacho ministerial.

Y el titular de la cartera es tiempo que dé la cara, porque ha antepuesto sus vínculos personales con el presidente Maldonado a sus convicciones y por ello es que se ha escondido para no criticar a su amigo por haber cedido a una presión de sectores ajenos al gobierno que forzaron a que se adoptara esta medida en condiciones de nocturnidad y ventaja propias de un asalto y no de una decisión de Estado producto del consenso y del acuerdo entre los distintos sectores de la sociedad.

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