Francisco Cáceres Barrios

Me impresiona apreciar que son muchos los guatemaltecos que tienen ya el machete en la mano para volarle la cabeza a quienes la asomen detrás de la barda que rodea al nuevo gobierno. Para exigir, siempre hemos sido muy de al pelo. Empezando con la capacidad, siguiendo con la idoneidad y terminando con la honradez, como que nada extraño sería pedir juventud, excelente estado de salud, mucha gracia y mejor simpatía pero, de la misma manera ¿estaremos todos los guatemaltecos dispuestos a cumplir los mismos requisitos que estamos exigiendo? Digo lo anterior, porque durante los últimos días hemos visto a mucha gente que, habiendo ejercido cargos públicos de la mediocridad para abajo fueron incapaces de satisfacer las mejores expectativas.

También llama mucho la atención apreciar que hay sectores de nuestra población que solo ven lo que tienen enfrente, pero no al espejo, es decir, son incapaces de percatarse que ellos mismos no han cumplido ni siquiera el mínimo de sus exigencias, en especial la debida responsabilidad y el compromiso de responder debidamente a las carencias y necesidades de nuestra sociedad. El mejor ejemplo es el empresarial, magníficos para exigir, pero a la hora de ocupar cargos directivos en entidades públicas han sido los primeros en faltar a sus deberes.

En el IGSS por mandato de ley se encuentran representadas diversas entidades como el Banco de Guatemala ¿y qué clase de ejemplo nos acaba de dar el mismo presidente de la Junta Monetaria? La Universidad de San Carlos, el Colegio de Médicos y Cirujanos, las asociaciones patronales y el de los sindicatos de trabajadores también, pues después de haber quedado al descubierto el “caso Pisa” y tantos más, ¿habremos quedado satisfechos con el cumplimiento de sus deberes o sucedió lo contrario, dejando plantadas las aspiraciones de cada una de las entidades representadas?

A mí me consta y no porque me lo hayan contado, que en los gremios empresariales se arman verdaderas batallas campales en el afán de salir electos representantes cada vez que se presenta la oportunidad ¿y en qué papel han venido dejando tantos pundonorosos y honestos deseos de servir de ejemplo para nuestra sociedad? De ahí que esté convencido que el vestir trajes blancos de primera comunión ahora es algo fuera de lugar, pues sin variación alguna, los procesos de selección deben seguirse al pie de la letra para que cada miembro de nuestra sociedad demuestre con pruebas fehacientes el cumplimiento de los mismos requisitos que se exigen a los políticos, para luego, exhibir con la misma hidalguía y certeza, que a la primera de cambios no van a fallarle a sus representados. Dice el refrán: “O todos hijos o todos entenados”.

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