José Giovanni Chinchilla Guerrero
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Asprodeco
Reciban los lectores de esta columna, de parte de quienes formamos parte de Asprodeco, los más sinceros deseos que este año 2016, que recién empieza, esté lleno de bienestar personal, familiar y laboral.
Pues iniciamos 2016 y la Superintendencia de Administración Tributaria continúa sin tener un Superintendente debidamente nombrado por el Presidente de la República, tal cual lo manda su Ley Orgánica.
Desde los acontecimientos del año 2015 que llevaron a tres de los últimos cuatro Superintendentes a tener procesos penales abiertos, incluso dos se encuentran guardando prisión preventiva, la institución se ha visto sumergida en un clima de zozobra que afecta sobre todo a los empleados y funcionarios de nivel medio, quienes en su mayoría son los que han guardado la llamada carrera administrativa que se pretendió implementar hace algún tiempo. Recordemos que en el caso de los empleados, son ellos quienes tienen contacto directo con los contribuyentes, por lo que la inestabilidad les afecta a ellos también.
Es cierto que durante este tiempo, la SAT no ha dejado de tener una cabeza visible, pero los funcionarios que han estado «sacando la tarea» lo han hecho interinamente, por lo que el máximo de tiempo que pueden estar en el puesto es de tres meses. Esto de ninguna manera puede dar estabilidad a un ente de la importancia que tiene la SAT, recordemos que se trata de la institución encargada de proveer los ingresos que sirven para cubrir la mayor parte del Presupuesto General de la Nación.
No hace mucho tiempo veíamos una entrevista que le hicieron al señor presidente Alejandro Maldonado Aguirre respecto a este tópico y él respondía que dicho nombramiento no se había realizado porque de conformidad con la ley, el Directorio de la SAT debía enviarle una terna de personas que reunieran los requisitos para ocupar dicho puesto, lo cual no ha sucedido.
Tiene razón el señor Presidente, personalmente creo que existe responsabilidad del Directorio de la SAT de no haberle enviado ya la terna para el nombramiento respectivo. Pero cabe preguntarse ¿qué piensa el Ministro de Finanzas Públicas al respecto? ¿Cuál es su posición como Presidente de dicho Directorio? ¿Será que el Presidente de la República no le ha podido instruir para que lleve el tema al seno del Directorio y que sea discutido? ¿Por qué insisten en hacer nombramientos interinos desde hace más de seis meses?
La respuesta puede estar en que este Directorio ha sufrido un gran desgaste desde que el Gobierno de Otto Pérez Molina intentó sustituirlos, efectuando incluso una reforma a la Ley Orgánica de la SAT y convocando a la Comisión Postuladora, la que llevó a cabo un procedimiento de recopilación de expedientes de profesionales que podían optar a ser miembro del Directorio. Dicha Comisión Postuladora presentó un listado de candidatos al Presidente Otto Pérez Molina; sin embargo, el asunto quedó ahí; no se nombraron nuevos directores y menos se nombró nuevo Superintendente.
A todo esto, ya se nos viene el 14 a las 14. Nuevas autoridades tomarán posesión y quien se anime a enfrentar el terrible reto que implica tomar las riendas de la SAT, debe saber que se encontrará con una entidad totalmente debilitada; habrá de trabajar horas extras para mejorar la recaudación, debiendo mejorar la moral de los empleados y funcionarios de mandos medios, quienes han sido los más afectados con lo acontecido en la institución y son quienes más contacto directo tienen con los contribuyentes.
Si no se le da la importancia que tiene la autoridad tributaria, la recaudación seguirá en trapos de cucaracha y deberemos seguir dependiendo de la emisión de bonos y contratación de más deuda externa para cubrir las necesidades del Presupuesto General de la Nación, y ya de todos es sabido las consecuencias que ello tendrá para nosotros y nuestros hijos.