Fernando Mollinedo C.

Los seres humanos somos llamados así, porque nos comportamos como tales. Tenemos voz, pensamiento, memoria y capacidades para disponer sobre las cosas presentes y venideras en base a nuestra voluntad. El tópico de la igualdad siempre me ha parecido un «banderín de enganche» con una simpleza que no resiste una reflexión seria y desideologizada. La lucha por la “igualdad” entre hombres y mujeres implica una ecuación…

A través del tiempo, socialmente nos hemos comunicado de forma tan errónea en todos los aspectos: permitiendo, consintiendo e incluso alentando la violencia como una parte natural o necesaria de nuestras vidas, que ya no podemos tan siquiera diferenciar entre lo bueno y lo malo.

Hablar de igualdad ¿Responde a la realidad, a la esencia y complejidad existente entre hombres y mujeres? ¿Favorece el uso de ese término a lo femenino? ¿Nos enredamos en un concepto simplista, dándole categoría de complejo y profundo en lo que aborda?

La educación debe tener un peso muy específico a mi modo de ver en esta singularidad diferenciadora. El hecho que la mujer haya sido relegada durante siglos por su condición femenina a puestos de retaguardia debe tener alguna relación. Detrás de todos los más importantes movimientos que llevamos viviendo en los últimos dos siglos no subyace sino una pugna por el hombre en pos por su propio desarrollo. Y a pesar de las resistencias patriarcales por evitarlo, se van abriendo camino las distintas formas en las que se va expresando la presencia femenina.

Hombres y mujeres nunca seremos iguales, por mucho que algunos pretendan inventar «reinas magas» para el 6 de enero, eso no es igualdad, no entienden nada. En Guatemala, precisamente, no ha habido paridad en la conformación de equipos de gobierno y se han incumplido promesas a ese respecto. Recordemos que los gobernantes fueron elegidos por mayoría absoluta tanto por mujeres como hombres; en base a ello, no hay que sexar ministros sino elegir a quienes se consideren más capaces o menos cenutrios.

A veces se ahonda mi pesimismo y opinión sobre el bajo nivel intelectual de nuestra sociedad; sin embargo, los comentarios que desmitifican el eslogan de la igualdad me han dibujado una sonrisa y un hilo de esperanza en que todavía hay personas que piensan con sentido común, que no se dejan llevar por los mantras de esta corriente de la igualdad aunque sea del “hombre con la rana”.

Reivindico la equiparación de los sexos en derechos y deberes; habrá igualdad, cuando haya igualdad ante las leyes y ante el Juez; pero no hablo de la «igualdad» como palabra que conlleva a graves errores de interpretación y a los peregrinos conceptos que maneja un segmento de la población sobre el tema, lo que a la postre denota ignorancia.

Esperemos que se construya o reconstruya en este país una corriente ideológica que sepa utilizar el «pensamiento igualitario» con ideas serias sin exceso de demagogia y sin el populismo barato. Mi enhorabuena a quienes piensan con rigor respecto a la “igualdad”.

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