Este día debiéramos centrarnos en el ambiente navideño puro, es decir, en el sentido intrínseco de la Navidad, pero en nuestro país hay tantas aberraciones que alcanzan la misma festividad y evidencian lo mal que andamos. En las redes sociales se ha manifestado la indignación que hay porque todos los años la Municipalidad de Guatemala envía agentes de la Policía Municipal de Tránsito, servidores públicos que se deben a la población en general, a ponerse al servicio de algunos comercios, entre ellos una venta de carne ubicada en la 11 avenida entre el Bulevar Los Próceres y la 19 calle, fastidiando a los automovilistas que no se dirigen a ese comercio porque ellos están para facilitar el estacionamiento a los clientes de la carnicería de lujo.
Así es Guatemala, país en donde el corcho se hunde y el hierro flota porque vivimos no con bases en el principio de respeto a la ley y al sentido común, sino sobre la base de que el capricho autoritario de ciertas personas se impone sobre el resto, al extremo de que en estos días los agentes de la PMT se convierten en una especie de “ángeles guardianes” al servicio de comercios que sin duda gozan de privilegios, por la razón que sea, al extremo de hacer ostentoso ese especial favor que reciben sin que importe que la gente pueda mal pensar porque ya sabe que en este país de la eterna corrupción todo se puede arreglar sabiendo el modo.
Todos los años es la misma cosa e igual fenómeno se puede ver en el acceso a algunos centros comerciales de postín, en donde los agentes no están para asegurar la fluidez del tráfico, sino simplemente para facilitar a los clientes el acceso a esos centros de comercio. Preguntados algunos desarrolladores, dicen que es parte del arreglo que hacen cuando financian pasos a desnivel que luego construye la Municipalidad como si fuera con fondos propios, pero en todo caso es inaudito que un servidor público, de cualquier categoría, se encargue de fastidiar al común de la gente para ponerse a cuidar los intereses de una empresa o de un negocio.
Lo peor de todo es que se ha perdido la vergüenza en forma absoluta porque a nadie le da pena que se haga de manera tan burda y ostentosa ese tráfico de influencias que, repetimos, perjudica a la generalidad de las personas para beneficio de los intereses comerciales de alguien que tiene cuello suficiente como para que su Navidad sea más importante que la del resto de la gente.