Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Desde que se instaló la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) se dijo que el papel que jugaría el Ministerio Público sería fundamental porque podía apuntalar cualquier lucha en contra de la impunidad y la corrupción o podía ser una entidad especializada en meter zancadillas y golpes bajos a cualquier esfuerzo por generar un cambio.

En su momento Carlos Castresana, al renunciar a la CICIG, pidió que se removiera al Fiscal General nombrado originalmente por el gobierno de los Colom y eso fue lo que dio paso al nombramiento de Claudia Paz y Paz.

La exfiscal no metió zancadillas a la CICIG, pero nunca volteó a ver las groseras formas de corrupción y tráfico de influencias que se dieron en tiempos de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) y también es justo decir que la corrupción no estaba en la agenda del entonces comisionado Francisco Dall’Anese que vino a Guatemala a pasar el tiempo, a escribir un libro y a preparar lo que parecía su carrera política. Con el Partido Patriota (PP) tuvo menos tiempo, pero tampoco se vio nada contra la corrupción.

Ahora, cuando la CICIG ha puesto sus ojos en los temas de corrupción y tráfico de influencias para combatir la impunidad, no solo hemos encontrado a una fiscal general, Thelma Aldana, que no mete zancadillas, sino que además está dispuesta a dar grandes zancadas para lograr el objetivo de enfrentar los grandes flagelos del país.

Para la fiscal Aldana, así como para Iván Velásquez, las cosas llegan hasta donde deben llegar y no se quedan por las ramas o en mandos medios como ha ocurrido históricamente en Guatemala, en donde la pita se rompe por lo más delgado. Tengo fe en que eso cambie con los defraudadores de La Línea u otras estructuras.

Por lo que ha declarado en diversos foros, se ve que la fiscal entiende que Guatemala ha avanzado porque en teoría ya no somos tan indiferentes, y porque hay varios procesos abiertos por corrupción y tráfico de influencias, pero que aún no ha cambiado nada porque a pesar que hay muchos procesos en curso, las bases del sistema están aún intactas y los procesos contra los diputados son los más estancados para darnos una muestra clara de quién sigue mandando en este país.

Pero de las cosas positivas de 2016 que se viene es que además de un Velásquez aguerrido, tendremos a una Aldana que no se arruga, que no se deja “ningunear” y que tiene claro que ya en el cargo, se debe a Guatemala y a su gente.

La fiscal entiende que la corrupción no solo implica que algunas familias aumenten o generen caudales millonarios, sino que además ese dinero robado conlleva la falta de oportunidades para millones de guatemaltecos que nunca podrán romper el círculo generacional de la pobreza.

Durante mucho tiempo Guatemala estuvo a la espera de que algún chapín alzara la voz para luchar, desde un cargo público, en contra de la corrupción y además da gusto que sea una mujer la que haga ese papel.

Aldana y Velásquez son un dúo dinámico que hoy por hoy luchan para que Guatemala cambie, pero que no podrán seguir avanzando sin nuestro apoyo, sin que usted y yo demos la milla extra y luchemos por combatir la corrupción y la impunidad, no solo denunciando para que la gente se vaya al bote, sino rajando ocote para que cambien las reglas del sistema desde el Congreso de la República.

Luchar contra la corrupción es luchar para darle más oportunidades a la gente pobre del país.

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