Francisco Cáceres Barrios
fracaceres@lahora.com.gt

El autor del libro “Matar a un ruiseñor” escribió: “No importa. El hecho de que hayamos perdido cien años antes de empezar no es motivo para que no intentemos vencer”, y lo traigo a cuenta, ante la necesidad porque algún día acabemos con la impunidad en nuestro país, porque podamos confiar en la justicia y porque dejemos de ver a diario noticias que demuestren que lo anterior no tiene compostura. Me refiero concretamente al caso de una persona que el 12 de diciembre 2015 atropelló, causándole la muerte, a un ciclista que transitaba por la carretera a El Salvador, en horas tempranas de la mañana, practicando su deporte favorito. Pasadas las primeras diligencias nos quedamos haciendo la pregunta: ¿Será que el dinero lo puede todo? ¿Es posible que siga dominando el actuar y el comportamiento de nuestra justicia?

Y siguen las preguntas sin respuesta: ¿Será legal conducir un vehículo automotor sin tener vigente la licencia para hacerlo? ¿Será correcto seguir el camino habiendo sentido y oído una colisión, como los efectos de la misma en el vidrio delantero del vehículo, dejando tirada a su víctima importándole un comino el ser humano que por su culpa fue damnificado? ¿Por qué tratar de esconder el vehículo, si el responsable del mismo lo conducía en sus cinco sentidos, como que todo lo hecho era correcto y humano? Una vez culminada la investigación, ¿es cosa común que el juzgador, sin mayores trámites y gestiones, para cumplir con el debido proceso, haya concedido al victimario, quien atropelló, huyó y se escondió, una medida sustitutiva pagando una considerable suma de dinero para quedar libre de un día para otro?

Es indudable que a mí, como a muchos de mis paisanos nos haya causado tal impactó la noticia que, sin conocer personalmente a la víctima ni al encartado, sigan llegando a nuestras mentes muchas más interrogantes: ¿Todo lo descrito será una buena y ejemplar evidencia que lo que se busca es lograr una justicia pronta y eficaz? ¿No es todo lo contrario, pues demuestra que en Guatemala, el que tiene sobrados recursos es quien logra hacer lo que se le pega la gana? Preguntémonos, ¿qué nos hubiera pasado si no contáramos con tales recursos? Seguramente, todo lo contrario. Y para finalizar el comentario, cambio el estilo y en vez de pregunta afirmo, que en Guatemala los valores y principios se siguen tirando por los desagües, porque el “pisto”, los “conectes” y la “listura” siguen siendo superiores a la justicia, a la moralidad y a la honorabilidad. Aunque sea dramático reconocerlo, ¿qué le estuviera pasando a usted si un ser querido hubiera sido la víctima?

Artículo anteriorGracias a Dios por abrirme las puertas
Artículo siguienteNecesaria rendición de cuentas