Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Las redes sociales se han vuelto una forma de denuncia, de escape y de desahogo con todo lo relacionado al acontecer nacional y desde abril del 2015 a la fecha, muchos han sido los tópicos que han marcado tendencias y muchos han sido los casos que han sacudido, literalmente, las redes. A las reacciones en redes le siguen las pláticas con familia, amigos o compañeros de trabajo en sobremesas o reuniones sociales.

Pero me ha dejado perplejo que, en esta “nueva era” post abril 2015 y post “La Línea” en la que en “teoría” estamos más conscientes, el informe de la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) 2014 presentada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) no haya generado mayores reacciones ni siquiera porque nos están diciendo que el 60% de nuestra gente es pobre.

Diciembre es un mes en el cual la persona se vuelve “más humana”, “más preocupada” por los más necesitados y las oportunidades de compartir un tamal o un juguete están a la orden del día, pero tampoco por esa “mayor sensibilización” se nos pararon los pelos al saber la cruda y cruenta realidad del 60% de nuestros guatemaltecos.

De ese porcentaje aún hay muchos que están peor y de todos, los indígenas de nuestro país son los más perjudicados. ¿Cómo podremos pasar esta Navidad en paz, en el año del supuesto despertar, sabiendo que estamos rodeados de tanta gente pobre, marginada y sin oportunidades?

Guatemala debería ser el país de la eterna primavera y de oportunidades para todos sin importar nuestro origen, el color de nuestra piel, la lengua que hablemos o la posición geográfica en la que nacimos.

No se trata de que los que hoy tenemos oportunidades renunciemos a ellas, se trata de que si Dios nos dio el privilegio de contar con medios para desarrollarnos, cada quien desde nuestra trinchera hagamos lo posible para que más guatemaltecos tengan oportunidades y salgan adelante.

Se trata de que ejerzamos una ciudadanía responsable que nos permita comprometer a los políticos para que se atiendan las necesidades de la gente pobre con los impuestos que pagamos y que ahora solo sirven para que muchos construyan o aumenten sus fortunas, mientras otros, literalmente se mueren de hambre.

En la vida unos tiene más capacidades que otros y eso es normal, pero lo que no es normal es que en Guatemala haya una cantidad enorme de compatriotas que no tienen oportunidades ni lo básico para sobrevivir.

Hemos encontrado mucha comodidad trasladándole a los Estados Unidos alrededor de dos millones de nuestros “”dolores de cabeza”, es decir, alrededor de dos millones de personas que han tenido que migrar no en busca de un MEJOR futuro, simplemente en busca de un futuro.

La migración masiva y su posterior ingreso de remesas nos han permitido, a los políticos y a la sociedad, maquillar una enorme pena, una terrible injusticia y un drama que es inhumano.

Ayer me decía un amigo que asistió a un concierto de música clásica que el talento de nuestra gente está oculto y le dije que sí, pues la mejor prueba son nuestros migrantes que en Estados Unidos son de la mejor mano de obra que existe. Su trabajo pasa desapercibido aquí porque no hay donde mostrarlo, pero es valorado allá a base de sangre, sudor y lágrimas.

Si Guatemala va a cambiar, una de las metas debe ser que debemos reducir los índices de pobreza y no solo con esconder información, sino empoderando a la gente dándole acceso a la salud, a la educación, a la justicia y a recursos para desarrollarse sosteniblemente.

El chapín que se esfuerza no quiere la papa pelada ni las cosas servidas en la boca, pues si las quisieran se quedarían aquí esperando al populista en lugar de migrar a los Estados Unidos a batirse como los grandes.

Nuestros pobres de hoy o sus descendientes, deben y tienen que ser los doctores, los ingenieros, los abogados y los políticos de mañana y eso solo se logra si nos escandalizamos y trabajamos para darles oportunidades.

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