Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
Hablando con un norteamericano sobre la política migratoria en Estados Unidos y la propuesta de Donald Trump de expulsar a millones de inmigrantes que están ilegalmente en ese país, me decía que el problema de la migración es porque nosotros, en nuestros países, también tenemos a gente que, como Donald Trump, prefiere expulsar a los pobres y enviarlos masivamente a otro país para que envíen remesas familiares en vez de mostrarse compasivos con sus problemas y justos con sus necesidades. “No me agrada la propuesta de Trump -me dijo-, pero tampoco me parece el comportamiento de quienes actúan de forma egoísta manteniendo a los pobres sin educación ni salud y forzándolos a venir a los Estados Unidos para que envíen dinero a sus familias allá.”
Sinceramente no tuve mucho para rebatirle a este amigo, puesto que aunque existan otros factores y hasta se pueda hablar de los desequilibrios de la economía mundial, no hay excusa para que un país donde hay riqueza, como Guatemala, se vivan condiciones de inequidad tan grandes y donde, efectivamente, nuestro principal producto de exportación es ahora el trabajador guatemalteco tan apreciado por sus virtudes que destacan entre todos los inmigrantes que se abren camino en Estados Unidos.
Y es que el tema de la pobreza es irrelevante para la mayoría de guatemaltecos de los que se sienten de la “clase dominante”. Cuando alguien piensa en un pobre, sea para darle un tamal en Navidad o para montar programas sociales, lo hace viendo cómo le saca provecho a su “caridad”, pero hay muy poca gente comprometida con un cambio social que urge en nuestro país para que las oportunidades lleguen por parejo a todos nuestros jóvenes.
Lo que recién publicamos en La Hora sobre las asignaciones para salud y educación es una muestra de cuán poco nos importa en realidad la pobreza presente y, sobre todo, la pobreza del futuro porque no estamos invirtiendo en darle a nuestros compatriotas las herramientitas que les abran puertas aquí y en cualquier lugar del mundo. Lejos de eso, con el problema de la desnutrición crónica derivada de la pobreza, estamos condenando a nuestra gente a sufrir en desventaja porque no tendrán todas sus habilidades físicas e intelectuales en óptimo nivel para competir en este mundo en el que cada vez es más importante la información.
Siempre se ha sabido que tenemos condiciones de vida lamentables en amplios sectores de la población y sabemos, además, que por ello es que hay tanto guatemalteco que se juega la vida para ir a Estados Unidos aun sabiendo que será objeto de discriminación, y que por su condición de ilegal devengará salarios menores de los que le pagan a un gringo. Pero el último informe sobre la pobreza en el país es demoledor y debiera abrirnos los ojos para entender que la política nacional no puede seguir siendo la de ignorar el tema y darle vuelta a la página. Tenemos que combatir la corrupción no sólo para dar más recursos a la lucha contra la pobreza, sino también para quitar el pretexto favorito para no pagar impuestos que es decir que de todos modos el dinero se lo roban.