Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Ya para estos días, los alarmantes resultados de la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi 2014) del Instituto Nacional de Estadística (INE), han sido ampliamente difundidos y en conclusión, podemos decir que en Guatemala somos muy buenos para fabricar pobres y además asegurarles que tendrán esa categoría por generaciones.

El día del informe, la noticia fue nuestra portada en La Hora y al día siguiente, también en portada le contamos a los lectores cómo, en el mismo período de tiempo, nuestra economía ha ido creciendo, talvez no en la forma en que deseamos, pero ha crecido de una manera constante y con un promedio de 3.72% del 2006 al 2014.

El crecimiento nos dice que en Guatemala existe gente dotada para generar oportunidades y que en el país hay personas atinadas, emprendedoras y honradas que son capaces de generar oportunidades y riqueza, pero también nos dice que como país, prácticamente desde su fundación, fuimos muy selectivos para escoger a las personas que podrían tener esas oportunidades para salir adelante y poner en práctica los talentos que Dios les pudo haber otorgado.

Hay que entender que no es producto de la mera casualidad que nuestra gente más pobre y dentro de ellos, especialmente los indígenas de este país, tengan un acceso muy limitado a la salud y a la educación; equivocadamente se ha estimado que en la medida en que concentremos las oportunidades en la gente “pensante” o “dominante” del país, estaremos mejor.

La Encovi 2014 nos dice que hemos sido muy buenos para asegurar que muchos guatemaltecos se queden atrás, dejándolos literalmente tirados y que hemos sido muy eficientes para tratar de pasarle el problema a los gringos para que sean ellos quienes den oportunidades a nuestras clases más marginadas del país; marginados que de paso, con sus remesas, permiten que la nuestra siga siendo una sociedad que consume los bienes y servicios que generan las personas con mayores oportunidades.

Toda esta marginación ha sido posible porque llevamos décadas en las que ni los políticos de turno ni, como sociedad, hemos pensado en la gente, ni nos hemos puesto de meta invertir en el desarrollo humano; se habla de la pobreza y hasta se arman “programas” alrededor de ella, pero ésta solo sirve como excusa para la generación de negocios, creación de fortunas y capital político y los programas sociales de Álvaro Colom y Sandra Torres y el Listado Geográfico de Obras, son los mejores ejemplos de ello.

Con una sociedad que deja tanta gente rezagada, es lógico pensar que se viven tiempos de preguerra en un período de posguerra; en otras palabras, las condiciones que permitieron una cruenta guerra civil, están más latentes que antes porque las cosas siguen igual o incluso peor para las clases más necesitadas y marginadas.

En Guatemala el tema de la pobreza es un tema social y moral que debemos atender, pero si no lo quieren ver así, lo debemos ver como un tema económico; hasta ahora no abrir las oportunidades no ha significado una baja en el consumo gracias a las remesas, pero estamos jugando con un gran fuego y estamos cometiendo una injusticia tremenda.

Hemos dejado a tanto chapín atrás porque ha dominado la agenda del negocio y la corrupción y por ello es que ha sido tan necesario apuntalar una impunidad de la que ahora no podemos salir.

No atajar los vicios y problemas del sistema es lo que hace imposible que se pueda pensar en la gente y por ello es que no podemos conformarnos con parches que no resuelven el fondo de los problemas.

En Guatemala a muchas situaciones les damos soluciones entre las cúpulas o elites, por medio de las cuales, los dirigentes o cabezas de un grupo u organización reciben los beneficios mientras el resto de la gente, los de abajo, no reciben nada y cuando bien les va, apenas migajas. Los Acuerdos de Paz son el mejor ejemplo y la mejor prueba de que este sistema es fatal.

Si no empoderamos a la gente con oportunidades, este país va a reventar y no se salvará nadie, especialmente los que más oportunidades tenemos hoy.

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