Guatemala está perdiendo la guerra contra la pobreza y el informe rendido ayer por el Instituto Nacional de Estadística, con el estudio de Condiciones de Vida de los guatemaltecos, evidencia que no sólo no hemos logrado reducir la pobreza sino que la misma está en aumento, ello pese a los cacareados programas sociales que de manera corrupta fueron utilizados para impulsar figuras políticas, en vez de servir para aliviar las penurias de nuestra gente y promover el desarrollo mediante el impulso a la educación de la niñez y la formación de microempresas familiares.

Bien se ha dicho que la corrupción no se puede medir sólo en el dinero robado, sino que tiene que incluir las oportunidades que se le roban al pueblo que necesita de inversión pública para aliviar sus limitaciones económicas y para encontrar medios de mejorar su calidad de vida. Educación, salud y seguridad son elementos indispensables para que el guatemalteco pueda encontrar un desarrollo sostenido que le saque de la pobreza, pero en esos tres campos se puede observar cómo se han alzado con los recursos públicos en vez de ocuparse por la atención a la necesidad de la gente.

Entre los objetivos del milenio, por supuesto incumplidos por el lado de Guatemala, se encuentra el combate a la pobreza como una necesidad absoluta para todas y cada una de las naciones, pero resulta que en Guatemala vamos como el cangrejo y la explicación termina siendo sencilla: tenemos un Estado que únicamente funciona para facilitar la corrupción y la impunidad y que no se ocupa de cumplir con sus fines esenciales porque todos los que operan en la estructura lo hacen para satisfacer sus propias y particulares ambiciones.

No es casualidad que más de 300 niños diariamente busquen emigrar de un país donde no encuentran respuesta a sus necesidades de educación ni encuentran un empleo digno que les permita salir adelante. No es casualidad que nuestra población padezca de un severo problema de desnutrición infantil crónica que afecta a más de la mitad de nuestros niños, marcando para toda su vida una limitación física e intelectual que les impide el pleno desarrollo.

Pero, mientras tanto, los Pérez, los Baldetti, los Colom y los Gustavo Alejos, para citar nombres paradigmáticos, compran aviones jet, propiedades en el extranjero y se vuelven millonarios a costillas de esa miseria de nuestra gente que va en aumento, al punto de que no sólo creció la pobreza, sino que hoy es más alto el porcentaje de los que viven en pobreza extrema y a la sociedad parece no importarle mucho.

Artículo anteriorEstán viendo la tempestad y no se arrodillan
Artículo siguienteLogran producir primeros perros «in vitro» en el mundo