Por Javier Estrada Tobar
jestrada@lahora.com.gt

No es una novedad que la pobreza sea uno de los más grandes problemas de Guatemala. Sin embargo, que aumente el número de familias en esa condición es verdaderamente indignante. La Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) realizada durante 2014 demostró que un 59.3 por ciento de la población guatemalteca vive por debajo de la línea de pobreza, comparado con el 51.2 por ciento observado por la Encovi 2006, de acuerdo con los datos difundidos ayer por el Instituto Nacional de Estadística.

De acuerdo con la Encovi 2014, casi siete de cada diez menores de 18 años (68.2 por ciento) habitan en hogares pobres. Al desagregar por rangos de edad, se observó que el 70.2 por ciento de los menores de 10 años vive en pobreza, mientras que un 65.9 por ciento de los menores de 10 a 17 años son pobres.

Esas cifras reflejan la terrible situación en que viven 9.37 millones de guatemaltecos, según las proyecciones de 2014, pero también arrojan información sobre la falta de resultados de las iniciativas para el combate contra la pobreza, que a mi criterio, debe comprenderse como un fracaso colectivo de la sociedad guatemalteca.

Solo pasaron unos minutos después de que ayer trascendieran los datos sobre el aumento de la pobreza y las redes sociales se inundaron de comentarios para responsabilizar al sector empresarial, pero dejaron de lado a todos los grupos políticos y sociales que también tienen una gran cuota de responsabilidad.

No creo que sea un momento para señalarnos unos a otros sobre este gran fracaso colectivo, pero creo que si tiene que haber una respuesta conjunta para la pobreza, porque de lo contrario solo conseguiremos más acciones superficiales que no detendrán el crecimiento de la miseria.

Justo ayer recibía un comunicado de prensa del Banco Mundial, que tenía una visión interesante sobre esta situación. “Los resultados de la Encovi 2014 son un insumo para que el Gobierno, centros de investigación y universidades de Guatemala, así como socios de la comunidad internacional, lleven a cabo evaluaciones de impacto de las políticas públicas implementadas en años recientes. También ofrecen la oportunidad para diseñar programas basados en evidencias científicas con el fin de reducir la pobreza y beneficiar a la población más vulnerable en el país”, señalaba en el comunicado Fernando Paredes, representante del Banco Mundial en Guatemala.

En lo personal, creo que el fracaso de los programas sociales obedece al clientelismo político y a la corrupción, pero eso no significa que las transferencias monetarias condicionadas y las bolsas de alimentos sean negativos per se; conozco a varias familias que han sobrevivido por meses con esas ayudas y así han podido enfrentar la crisis, pero esas ayudas no se han complementado con soluciones de fondo.

No conozco la historia de un país que haya salido adelante con esfuerzos aislados, y por otro lado los ejemplos de éxito con esfuerzos colectivos son varios. Espero que estas cifras alarmantes sean el principio del camino para dialogar y consensuar sobre el país que todos queremos y merecemos.

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