Gladys Monterroso
licgla@yahoo.es

Un hombre no es mayor que otro hasta que no hace cosas mayores” Miguel de Cervantes
La noticia de una muerte, siempre causa estupor, dolor, tristeza, asombro, incredulidad, e infinidad de sentimientos, más aún cuando quien ha fallecido, de alguna forma ha sido importante en la vida de quien recibe la noticia, en mi caso siempre leí y admiré al periodista y escritor don Eduardo Villatoro, un referente de lo que debe ser un columnista: Objetivo, y justo.
Lo leí, desde que principié a leer las columnas de opinión ya hace muchas primaveras, lo admiré y lo seguí, en los diferentes medios en los que escribió, terminando durante muchos años en La Hora, muy acucioso en su percepción de las situaciones, fue y seguirá siendo un referente en lo que debe ser un columnista.
De pronto, hace muchos años, en sus columnas apareció su alter ego, con el que siempre finalizaba las mismas, y que a manera de broma decía una metáfora que desnudaba nuestra realidad, Romualdo Tishudo, acompañó a don Eduardo, resumiendo coloquialmente lo que una persona de a pie diría sobre el tema que don Eduardo había analizado, Romualdo Tishudo, era un personaje que significaba cualquiera de nosotros, enfermero, neófito, y muchas veces metiche, porque se introducía sin permiso, en la columna del Maestro, para expresar su opinión muy chapina, y muy sincera, no le tenía miedo a lo políticamente correcto, al leer al Maestro, Romualdo dejaba un sabor a dolorosa verdad en la lectura.
El legado de don Eduardo es muy extenso, y a quienes nos ha gustado leer a los grandes de la opinión guatemalteca, y no grandes de edad, grandes de contenido, le leímos durante décadas, y siempre nos enseñó con sus acertadas opiniones, es cierto, que no todos son amores para los columnistas, pues no todos estamos de acuerdo con todos, pero la sobriedad de él, sobresalía sobre otros más, no era de los que insultaba, era de los que analizaba, recuerdo muy bien una columna que escribió sobre su infancia, la historia de su madre, y sus aventuras infantiles.
Deja un vacío muy grande, porque como todos los seres humanos es irrepetible, podrán haber parecidos, pero iguales jamás, esa es una característica muy propia del individuo, por lo que al marcharse de esta vida, deja una huella imborrable en quienes le leímos de siempre, pero una buena huella, del lector incansable, del amante de la música instrumental, del comunicador ecuánime, equilibrado y correcto.
En la vida todos los seres humanos contamos con referentes, en el campo de los generadores de opinión yo también tengo los propios, y uno de ellos fue siempre don Eduardo, a quien yo nombraría “El Quijote Chapín” porque contaba con un Sancho Panza, que era Romualdo, su compañero jocoso que le daba ese aire de musicalidad a sus columnas, tan necesaria en esta época de dolor y tragedia mundial.
Lamentable la pérdida, en la opinión guatemalteca de un periodista de los de antes diría mi abuelita, con las ideas frescas de los de ahora, diría mi hija.
Vaya este humilde tributo a uno de los periodistas que acompañaron mi vida, que me hicieron pensar, analizar, valorar, y quien sabiamente me dio un consejo, que utilizara más comas, es increíble cómo se aprende del consejo sano, desde que me hizo la observación puse más atención en las comas, los puntos los espacios, e incluso los párrafos.
Por todo lo que don Eduardo significó en la vida de muchas personas, es lamentable su pérdida, ya que al irse no solamente se fue un gran ser humano, se fue parte de la historia del país, pero esa historia real, contada por un hombre sencillamente grande, hasta siempre son Eduardo Villatoro.

Artículo anteriorExtraditan a presunto narcotraficante Mauro Salomón Ramírez
Artículo siguienteLa gestión de riesgo de desastres en la educación universitaria como motor del desarrollo nacional: Perspectivas desde las ciencias sociales