Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

La semana pasada pregunté si lo que tenemos al día de hoy es el cambio que soñamos o queríamos tener en abril de este año cuando los guatemaltecos dejamos por un lado la indiferencia crónica que había marcado nuestro papel ciudadano.

Dije que al día de hoy no ha cambiado nada porque, salvo unas capturas y varios procesos abiertos en contra de alguna persona largos, las bases, los tentáculos, las reglas y los verdaderos jefes del sistema paralelo se reorganizaron y siguen operando y cité varios ejemplos.

Ante ello se hace evidente la necesidad de que atinemos a darle forma a este despertar, a esa menor indiferencia y que ello se traduzca en los cambios que son necesarios.

A finales de este año se nos dijo que el voto era la herramienta del cambio, pero en realidad era el mecanismo perfecto para salir de un par de caras visibles de este sistema podrido y también fue el vehículo por medio del cual consolidamos al mismo sistema en su conjunto, con todo y sus vicios.

Yo me resisto a que nuestra generación únicamente sea recordada como aquella que despertó, pero que no atinó para cambiar las reglas y con ello limitar el terreno de los mafiosos. Tenemos que tener la habilidad para poder canalizar el sentimiento anticorrupción en cambios de fondo.

Mucha gente tiene una equivocada idea que para lograr ser agente de cambio y para poder incidir en el futuro de este país, hay que incursionar en política o convertirse en un activista de tiempo completo pero eso no es cierto; desde nuestros hogares y desde nuestros trabajos podemos hacer patria y jugar un papel ciudadano responsable y comprometido.

A partir del 14 de enero tenemos que tener la habilidad para presionar al nuevo Congreso con la intención de lograr los cambios que son necesarios en las leyes para que la cosa pueda funcionar mejor; tenemos que encontrar la manera de comprometer al presidente electo para que no se limite a ser un espectador y debemos seguir siendo vigilantes de los jueces.

Pero además de ser vigilantes y señalar con vigor los vicios, debemos cerrar filas en favor de aquellas personas que estén dando o dispuestos a dar la milla extra para que esto cambie; tan importante como señalar, es apuntalar a quienes ejercen un liderazgo positivo, incluso desde las posiciones más cotidianas.

Mártires quiere Dios y no babosos decía mi bisabuelo, y yo creo que nadie tiene que ponerse un blanco en el pecho para sacrificar a su familia, pero en conjunto sí podemos y debemos ser más inteligentes para organizarnos y poder trabajar cohesionados por una agenda de país en pro de la transparencia y en contra de la impunidad y la corrupción.

Tenemos en nuestras manos una oportunidad única para que Guatemala cambie, si no la aprovechamos, ¿cuántos años tendrán que esperar las nuevas generaciones para volver a tener un chance de cambio?

Guatemala vive tiempos desafiantes y definitivos y usted debe preguntarse ¿cómo querrá que su sangre, su gente y su país lo juzguen? No juguemos a ser héroes, juguemos a ser ciudadanos ordinarios que podemos invertir un poco de tiempo y recurso para ejercer una ciudadanía responsable, tolerante, pero firme que lidere con el ejemplo. Seamos capaces de articular consensos, fijar una agenda mínima para trabajar por objetivos conjuntos.

Por la memoria de quienes han alzado su voz y han pagado las consecuencias, hoy debemos emplearnos a fondo para alcanzar acuerdos, debemos rajar ocote para lograr los cambios por nosotros, por el futuro de nuestros hijos y en especial de la gente más necesitada.

P.S. Mucho pesar por la partida de mi buen amigo, Guayo Villatoro, maestro y mentor, a quien extrañamos profundamente en la casa y en La Hora. Guayo siempre tendrá un lugar especial en nuestra familia. Y ojalá el chapín siga siendo testarudo como su amigo literario, Romualdo Tishudo.

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