Jorge Mario Andrino Grotewold
@jmag2010

El 9 de diciembre se celebra el Día Internacional contra la Corrupción, derivado a que en el 2003, el Sistema de Naciones Unidas aprobó la Convención Internacional contra la Corrupción, en la búsqueda de que los países del mundo tomaran conciencia sobre el terrible mal que significa ésta. La Convención tomó vigencia en 2005, con la aprobación de múltiples países –incluyendo Guatemala–, y se transformó conjuntamente con la Convención Americana, en instrumentos trascendentales del derecho internacional, y de la política pública para los Estados.

La campaña de la ONU para el 2015 reitera un aspecto fundamental que ya el Comité de Derechos Humanos hace algún tiempo estableció, relacionado a aspectos de corrupción y su vinculación a las violaciones de derechos humanos de los habitantes. La corrupción, según la ONU, también debilita la democracia y el Estado de Derecho, distorsiona los mercados económicos, erosiona la calidad de vida y permite que otros graves flagelos penetren las estructuras del Estado y la sociedad, como lo son el crimen organizado, el contrabando, el terrorismo y otras amenazas contra la seguridad de las naciones.

Los renovados retos mundiales de la ONU, identificados como los objetivos de desarrollo sostenible, también contemplan el enfoque hacia el combate a esa corrupción y el compromiso de los Estados de luchar contra ella.

El mejor ejemplo de estas conclusiones la vivió Guatemala con el reciente caso de enjuiciamiento a su expresidente y exvicepresidenta, en donde se resaltó las acusaciones de corrupción que desencadenaron la crisis de salud, seguridad y similares. Guatemala fue y es ejemplo ante el mundo.

Sin embargo, este es sólo un proceso que empieza. La corrupción no termina con estos enjuiciamientos, ni es exclusivo de estos gobernantes. La corrupción es un sistema integral que penetra instituciones, leyes, organizaciones y al Estado mismo. Por eso las políticas públicas deben considerar estos esfuerzos como ejes transversales, al igual que su compromiso a generar espacios de fortalecimiento de las instituciones y sus procesos. Y un componente más es inevitable mencionar. El combate a la corrupción va acompañado de una lucha contra la impunidad. Sin justicia material, cualquier acto condenable no es sancionado y por ello, repetido.

Especial nota de tristeza por el fallecimiento del periodista Guayo Villatoro, quien durante años dio luz a su profesión y logró resaltar los valores de las personas mediante sus columnas. El país pierde con su muerte, pero su familia puede estar segura que su legado perdurará por siempre.

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