Juan de Dios Rojas

Sea quien sea, el malnacido, sin duda prosigue recibiendo maldiciones como obligada reacción por haber tenido la desgraciada idea de crear las nefastas plazas fantasma. Al desnudo han salido siempre durante los diversos gobiernos sucedidos en nuestro país. Constituyen poderoso saqueo de los ingresos estatales, fruto directo de la cadena de impuestos o tributos percibidos.

Duele hasta lo más recóndito tamaña desfachatez, el considerar los montos del alud encargado de hundir hasta el soquete los robos, que es poco darle este nombre desventurado. Engorda más y más los haberes de cuanto pícaro dispuesto, lanza en ristre, de engrandecer su capital a costa de incontables esfuerzos y sacrificios por parte del sufrido y jocoteado tributante.

Por supuesto ocupando la mejor poltrona de alto miembro y funcionario de pacotilla, pavoneándose con lujo imperial, rodeado de ineficientes secretarias pero dotadas de los mejores atributos femeniles, estilo incomparable de un permanente atractivo ante los asistentes al cargo aludido, por derecho de ser una oficina, aunque lujosa en extremo, no deja de ser cargo público.

Este asunto desde tiempo atrás, si bien es cierto la opinión pública lo señala con el índice acusador por no cumplir con el desempeño efectivo. De sobra sabemos todos la situación embarazosa que nos azota, debido al endeudamiento tremendo ante bancos extranjeros en seguidilla, vale decir estamos hipotecadas todas las generaciones habidas y por haber, de verdad señores.

Pese a los señalamientos uno tras otro, un corto tiempo dejan a manera de descanso, que no el olvido deseable sin tantos rodeos. Tal situación, sea o no bajo de agua, las plazas fantasma subsisten, sin importarles que la negativa necesaria prosiga su curso en deterioro flagrante del erario nacional. Una auténtica aberración constituye no abolirlas definitivamente del mapa.

Que los ofrecimientos del nuevo gobierno, sean una auténtica realidad pide a gritos la comunidad guatemalense, ya desesperada de su repetición pronta y demasiado ingrata. Acaso olvidan asimismo que la crisis tiene el calificativo constante. Todas las ramas sufren de la misma, el pagano resulta siempre el pueblo cada vez en situación evidente de pobreza y pobreza enorme.

También ha sido el destape de diversas cloacas la verdadera amargura del colectivo, enterarse el caso que medran las desdichadas plazas fantasma que favorecen en la comodidad grandiosa a personas de cuello blanco. No tendrán conciencia, ven la necesidad colectiva pero les viene del extranjero mediante, mes a mes reciben el equivalente considerable del cheque en sus manos.

Las plazas fantasma para nuestra desgracia siguen su curso; les viene sobrando que las aludidas fuentes de la ilegalidad continúen su camino sobre contravenir mandatos legales de donde procedan. Poderoso caballero es don dinero, comprobado está en cualquier momento; salvo que de repente lleven a cabo una investigación tipo Fiscalía General o enderezada por la ClCIG.

Artículo anteriorEcosofía, sostenibilidad y medio ambiente
Artículo siguienteLa batalla por el control de armas