Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

En Estados Unidos se viene librando una intensa pero estéril batalla para establecer algún tipo de control sobre el derecho constitucional a la tenencia y portación de armas de fuego establecido desde la misma fundación de ese país, y celosamente exigido por poderosos grupos de cabildeo que ejercen presión para evitar siquiera que se hable del tema. Pero los repetidos tiroteos que se han vivido en los últimos años provocaron reacciones de gruesos sectores de la ciudadanía que claman por lograr, cuando menos, que la venta de armas se pueda realizar únicamente después de un riguroso chequeo del comprador, a efecto de impedir que lleguen a manos de personas peligrosas.

Pero el atentado cometido esta semana en California, en el que se utilizaron fusiles de asalto de alto poder comprados legalmente en ventas de armas de California, Estado que tiene altas exigencias para mantener algún control sobre los compradores de armas, ha obligado reforzar el debate sobre la prohibición para que se puedan poner en el mercado sofisticadas máquinas de matar por su extraordinario potencial de fuego y que no pueden considerarse como armas de caza ni tampoco como instrumentos para la autodefensa porque no guardan proporción con los riesgos existentes.

Nunca se ha sabido de alguien que haya repelido una agresión o un ataque recurriendo a esos poderosos fusiles de asalto porque, como su nombre lo dice, son armas netamente ofensivas y esa naturaleza contradice el espíritu del derecho constitucional a tener armas que se supone descansa en el principio de que el ciudadano puede tenerlas para protegerse, tanto de otras personas como de excesos que puedan cometer autoridades que quieran gobernar por la fuerza.

Ayer el New York Times rompió una larga tradición de dividir escrupulosamente su sección informativa con la de opinión, publicando en primera plana un fuerte editorial exigiendo una nueva política para el control de armas, secundando de esa manera el esfuerzo que ha venido haciendo el Presidente Obama para presionar al Congreso a fin de que dejen de ser manipulados por los cabilderos de la poderosa Asociación Nacional que aglutina a los dueños de armas, y que es patrocinada por los fabricantes de las mismas.

Las perspectivas siguen siendo difíciles porque es enorme la influencia que ejercen sobre los políticos de ambos partidos que no quieren ver comprometida su posibilidad de perder adeptos debido a la abrumadora fuerza de quienes defienden como un absoluto el derecho a tener armas de cualquier tipo, y que estiman que ceder en cuanto a mecanismos de control es inaceptable.

Cuando uno compara, por ejemplo, la situación de seguridad y respeto a la ley que hay en Estados Unidos con la que se ve en países como el nuestro, cuesta entender a la gente que defiende esa venta irrestricta de armas porque se demuestra que las mismas tienen un papel mucho más significativo en términos de agresiones que de defensa. Nunca hay noticias de ciudadanos que las usen en ejercicio del derecho a defenderse, pero cada día es mayor la cantidad de noticias sobre los crímenes que se cometen a mansalva con sofisticado armamento.

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