A punto de terminar el período conocido como el de la mano dura para combatir la delincuencia, los ciudadanos guatemaltecos seguimos viviendo a salto de mata porque los delincuentes siguen haciendo de las suyas despojando de sus pertenencias a quien se les pone enfrente, haciendo uso de armas que no vacilan en usar si encuentran la menor resistencia.

El Centro Histórico se ha convertido en un auténtico manzanillo en donde los mal vivientes se adueñan de todos los espacios sin que las autoridades hagan el menor movimiento para defender a la gente honrada que tiene que desplazarse por esos sitios para desempeñar sus funciones diarias. No hay día de Dios en que no le roben a alguien el celular o les roben sus vehículos, desde motocicletas hasta automóviles, y las vanas denuncias que se presentan quedan simplemente en el cumplimiento de un requisito que no dará el menor resultado.

La inversión millonaria en instalación de cámaras de vigilancia se muestra inoperante cuando se trata de este tipo de delitos que se cometen a plena luz del día y con el mayor desparpajo porque se sabe que la Policía Nacional Civil y la Policía Municipal no trabajan con esmero en el Centro Histórico, espacio literalmente abandonado por la fuerza pública para dejarlo en manos de la criminalidad.

Toda la propaganda electoral que se hizo respecto al tema de la mano dura como elemento fundamental para contrarrestar la ola de criminalidad que hemos venido padeciendo los guatemaltecos se evidencia como una farsa cuando se comprueba que nada mejoró y que las autoridades del interior son incapaces de atender las necesidades de seguridad ciudadana. Están tan ocupadas en ver cómo mejoran las condiciones de los detenidos que han ido a parar a las cárceles VIP que no les queda tiempo para montar operativos que puedan desmantelar a esos grupos criminales que operan con la mayor tranquilidad en lugares donde reiteradamente ocurren esos asaltos.

Indigna de verdad esa falta de respuesta ante el clamor ciudadano, porque es un hecho que uno no puede disponer el libre goce de sus bienes porque están expuestos ante la ola de asaltos, pero también porque además de la vejación que implica ese tipo de robos a mano armada, se corren riesgos muy graves respecto a la misma vida, porque muchos de los maleantes son personas desequilibradas que no se tientan el alma para matar a un parroquiano sin la menor vacilación.

No puede haber verdadero rescate del Centro Histórico sin un esfuerzo por hacerlo un lugar seguro para la gente honrada.

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