Isabel Pinillos – Puente Norte
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Existen regulaciones migratorias, que verdaderamente afectan el bienestar de las familias. Mediante el acuerdo gubernativo 234-2015 ahora es posible que los extranjeros que se encuentren en territorio nacional, queden exonerados del 90% de las multas por extralimitarse en su estadía en Guatemala. Esto es una gran oportunidad tomando en cuenta que la ley establece que después de tres meses de haber ingresado al país, los extranjeros deben regularizar su situación migratoria. De lo contrario, deben pagar una multa de Q10 por cada día posterior a los 90 días. Para algunas personas, esto puede representar varios miles de quetzales. Esta exoneración aplica a extranjeros de todas las nacionalidades, y también al caso de miles de hijos de guatemaltecos nacidos en Estados Unidos, que han regresado al país por diversos motivos y se han visto afectados por multas. Esta medida es por tiempo limitado, ya que entró en vigencia a partir del 25 de noviembre hasta el 13 de enero de 2016.

Hace unos años esta exoneración le hubiera ahorrado mucho dinero y sufrimiento a la familia de Brayan*, un chico de 13 años que nació en la Florida, hijo de una mujer huehueteca que se fue a trabajar a ese país. Cuando el niño tenía 6 años regresó a Tectitán con su madre, a conocer a sus abuelos. A los días la madre se regresó a Estados Unidos por tierra y su hijo se quedó. El plan era comprarle a Brayan un ticket de avión ya que podía viajar como ciudadano estadounidense.

Por desgracia, el padre del niño (quien no lo había reconocido) lo secuestró y lo maltrató por muchos años. La madre, a través de un apoderado, y después de seis años logró recuperar a Brayan y ponerlo a salvo. Estaba listo para emprender el vuelo que los reuniría. Sin embargo, cuando ya se encontraba en el avión, el muchacho fue devuelto por agentes de Migración. Esto ocurrió porque llevaba seis años de permanecer en el país sin permiso, y para salir, ¡sus familiares debían pagar una multa de 22 mil quetzales! Sin el dinero, Brayan tuvo que regresar al cuidado de una tía, y esperar a que arreglara su situación migratoria con un abogado.

Tuve la suerte de conocer a Brayan y de acompañarle en el segundo intento de viajar a Estados Unidos, un lugar que apenas recordaba, y en donde lo esperaba su ansiosa madre. Ya sentado en su asiento con ventanilla, le ofrecí un chicle cuando noté su ansiedad contenida de tantos años. Le platiqué de cómo el avión se elevaría y nos llevaría a donde estaba su mamá. Primero agarraría aviada y luego ascendería a las nubes. Brayan se sorprendió del ruido de los motores, y de cómo algo tan grande podía volar sin caerse. Observó en silencio los volcanes majestuosos y los inmensos barrancos, y cómo de pronto la ciudad se veía cada vez más lejana. Su mirada estaba clavada en la ventana, mientras se imaginaba la nueva vida que le esperaba.

El encuentro fue sencillo, dos cuerpos abrazándose, reconociéndose. Las lágrimas de la madre mojaron las mejillas de Brayan, quien después de tantos años se encontraba en casa.

Si usted sabe de alguien que necesite arreglar su situación migratoria, háblele de esta oportunidad que puede darle un buen respiro.

(*) El nombre se ha cambiado para proteger la identidad del menor.

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