Martín Banús
marbanlahora@gmail.com

Sabotaje: Daño o destrucción premeditado a un servicio, una instalación, a un proceso cualquiera, etc., orientado a alcanzar, subrepticiamente, algún beneficio.
Entorpecimiento intencionado y malicioso de una actividad, idea, proyecto, etc.

Allá por el año 1944, cuando el fin de la Alemania nazi estaba, literalmente a la vuelta de la esquina, particularmente por el asedio furibundo de los ejércitos rojos a Berlín, expertos de la Agencia Central de Inteligencia, CIA, en aquel entonces, “Oficina de Servicios Estratégicos”, elaboraron un manual específicamente concebido para sabotear a las empresas alemanas, fueran éstas privadas o gubernamentales, desde sus mismas entrañas y sin valerse de arma o explosivo alguno. La intención era, valerse para ese fin, de los obreros o trabajadores en dichas fábricas que fueran opuestos al Führer.

Dicho  manual fue, -según RT noticias-, recientemente desclasificado por la ahora, CIA, y en éste se describe con lujo de detalle, cómo dicho manual instruía a aquellos trabajadores para sabotear organizativa y laboralmente, toda producción o servicio alemán, pero de tal manera que sus supervisores y directores no pudieran detectarlo, al menos, no hasta que fuera ya demasiado tarde y grande el daño ocasionado…

El documento, -aunque originalmente se concibió para sabotear a Alemania a través de opositores del régimen hitleriano-, nos pareció especialmente interesante porque esos mismos principios actualizados, aumentados y mejorados, también son perfectamente aplicables para socavar los pilares políticos, productivos, económicos y sociales de las naciones, en especial de aquellas que no se avienen (o no se alinean) a los intereses de las potencias dominantes…

El manual, ahora a la vista de todos, instruía a los trabajadores en simular errores frecuentes y determinantes, en momentos o circunstancias claves de la producción o del proceso del que se tratara… Recomendaba entre otras cosas, simular distracciones, accidentes o simple incompetencia en la labor, así como otras que tenían por objetivo único, ir minando la productividad y la moral de compañeros y mandos, hasta que la empresa entrara en una fase crítica e irreversible…

Otras formas de hacerlo eran trabajar lento: así, en lugar de utilizar el martillo grande, utilizar uno pequeño, para tardar más y reducir la calidad del trabajo. En trabajos administrativos, por ejemplo, moverse y teclear lento, comprobar todo muchas veces, preguntar hasta lo obvio a distintas personas, buscando excusas para provocar el error, etc. También se recomendaba alterar el orden del proceso, enviando lo que fuera, a otro destinatario o fuera de tiempo, etc. Otra era simular que las directrices y órdenes recibidas eran difíciles de entender, requiriendo respetuosamente (para no hacerse despedir) que te las repitieran varias veces para terminar realizando un trabajo, como suele decirse, tarde, mal y nunca…

Otra directriz saboteadora era hacerse el estúpido y quejarse de todo y de todos. Aunque esto no exige mayores explicaciones, el documento detalla cómo hacerlo, quizás para que los que en verdad pudieran ser algo estúpidos, lo entendieran… En fin, el archivo ofrece muchas opciones como por ejemplo, dar explicaciones largas e incomprensibles cuando el superior preguntara algo. O sea, para que se entienda mejor, algo así como cuando nuestros Presidentes de la República debieran responder algo muy concreto, que paran hablando puras pendejadas que nos recuerdan a Cantinflas, claro, eso el mejor de los casos…

Otra directriz era iniciar intrigas y crear conflictos dentro de la empresa o fábrica; crear un clima de tensión y de confrontación entre los demás trabajadores. Otro era hacer mal el trabajo y echarle la culpa a alguien o a algo: a las herramientas, a la maquinaria o al equipamiento…

Cuando se trataba de burócratas, -esto también es aplicable a diputados, ministros y magistrados-, se les sugería pronunciar discursos largos e innecesarios, de tal forma que no hubiera posibilidad de adquirir compromisos concretos y dejar así siempre lugar para las excusas… Todas esas actividades de sabotaje tenían con el tiempo, un efecto acumulado y demoledor, pues no eran producto de una sola persona sino de varias que actuaban alternada y sincronizadamente…

Se indica en el documento que las posibilidades de sabotear la empresa eran potencialmente mayores y frecuentes para un empleado que ocupara un cargo intermedio en la cadena de mando u organigrama; en ese caso, aquella Oficina de Servicios Estratégicos recomendaba al saboteador que no renovara a tiempo las existencias del material de trabajo, sino hasta que ya no hubiera más remedio; que insistiera en perfecciones innecesarias de todos los productos o servicios, especialmente en los más irrelevantes; que encargara los trabajos más delicados e importantes a los empleados más ineficientes y viceversa; que ascendiera a los trabajadores ineficientes y discriminara a los mejores; que organizar reuniones en momentos inadecuados y cuando hubiera más tareas pendientes por hacer; etc., etc., etc.

¡Sabotear un país debe ser muy parecido! Por momentos, suponemos que el lector también lo percibió, pareciera que lo mismo se ha hecho en Guatemala con los hospitales, con la seguridad ciudadana, con la educación, etc., etc., etc.

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