Javier Estrada Tobar
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@JAVIEResTOBAR

El color rosado predomina en los pasillos que el hipermercado dedica a los juguetes “para niñas”, donde en un lapso de diez minutos decenas de nenas desfilan junto a sus padres para exigirles un obsequio a cambio de no hacer un berrinche, o dicho de otra manera, de portarse bien.

En los estantes hay una amplia variedad de muñecas, aunque la mayoría son representaciones de divertidas jóvenes con rasgos caucásicos y de bebés de tamaño real; en el primer caso, la mayoría se hace acompañar de accesorios relacionados a la moda, el cuidado del cabello y la diversión, y hasta de la añeja nobleza europea, y en el segundo, se complementan con sets de alimentación y cuidado sanitario.

En espacios cercanos hay otras opciones que van desde sets de cocina o costura y peluches, hasta pistolas y ballestas, que en sus empaques muestran a emocionadas preadolescentes utilizando las armas de fantasía, sin clarificar a qué es exactamente a lo que le están apuntando.

Esa es, en síntesis, mi observación del área de juguetes para “niñas” del supermercado, donde el fin de semana pasado busqué un obsequio para una niña de mi familia, pero me encontré con una abrumadora experiencia de sexismo e incitación a la violencia a precios nada accesibles.

En primer lugar, la división del entretenimiento infantil para niños y niñas me parece medieval, porque refuerza los estereotipos ya obsoletos sobre el papel que deben jugar las mujeres en el hogar y que se limitan a cuidar de la casa y los hijos o dedicarse a cocinar, coser o cortar el cabello.

Creo que esas ocupaciones no solo son necesarias en la sociedad, sino que también son importantes, pero no estoy de acuerdo con que haga pensar a las niñas que hay un límite para sus aspiraciones, y que su género condiciona su futuro económico, político o social.

No hay, por ejemplo, una muñeca que evoque a las mujeres exitosas que salen adelante en la vida como profesionales de los deportes, las ciencias o las artes, y que no necesariamente se pueden considerar hermosas en los estándares de belleza occidental.

Más bien, la idea de los juguetes es representar a las mujeres hermosas –la mayoría rubias–, frágiles y delicadas, que tienen como principal objetivo cuidar de su aspecto, divertirse, casarse y reproducirse, pero obviando las complicaciones y problemas que ese estilo de vida puede llevar. En el peor de los casos se trata de juguetes bélicos que promueven el uso de la violencia y la agresividad.

Considero que si bien se trata de objetos para el entretenimiento, los juguetes tienen mensajes implícitos para quienes los usan y no se puede dejar de lado que a una temprana edad empiezan a influir en la forma de pensamiento de los niños y niñas.

Es necesario que los hipermercados y tiendas de juguetes empiecen a cambiar sus estantes, pero tienen que cambiar los hábitos de consumo de los padres y madres, y para eso se requiere que tengan claridad sobre el futuro que quieren para sus hijas e hijos. Que la apuesta sea por los juguetes educativos, que propicien el desarrollo del pensamiento crítico y las habilidades de los niños y niñas. Así empieza el cambio de Guatemala.

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