Martín Banús
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Se da el nombre de Guerra Mundial a una hipotética participación bélica, sea directa o indirecta, por parte de una gran cantidad de países del mundo, mismos que, voluntaria o involuntariamente se ven arrastrados a ella. De ahí pues, la idea y el nombre de “guerra mundial”… Por cierto, para los que no lo saben o lo olvidaron, Guatemala “participó” en la II Guerra Mundial del lado aliado, viéndose obligada, junto a otro gran número de países latinoamericanos, a declararle simbólicamente la guerra a la Alemania nazi de Adolfo Hitler. Como detalle interesante, nuestros vecinos de El Salvador, ¡se rehusaron a hacerlo!
Sobre una tercera guerra mundial se habla cada vez más frecuentemente, idea esta, que ha ido dejando de pertenecer al ámbito de la ciencia ficción.

Hay quienes opinan que ya comenzó; algunos son de la opinión de que heredarían un planeta en ruinas y no habría ganadores… Otros sólo consideran que es muy poco probable que se dé algo así, etc. El Papa Francisco I, por ejemplo, es de la opinión de que una tercera guerra mundial sí es posible que se dé “por partes”. Es decir, una gran guerra conformada por múltiples guerras menores, más restringidas en tiempo, en número de participantes, en el área geográfica y en su capacidad destructiva… ¡Tal como parece que ya se está dando…!

Es decir, es importante comprender que una guerra mundial no necesariamente debe concebirse con el uso de armas nucleares o de forzosa destrucción masiva, basta sólo que se encuentren involucrados en ella, países de al menos cuatro de los cinco continentes, lo que no es nada difícil.

Hoy por hoy el panorama es desalentador; las circunstancias, especialmente en aquellos escenarios de guerra como en el Medio Oriente (Siria), en el mar de la China con los islotes que construye China en aguas en disputa; en Ucrania, ya segmentada y endeudada a más no poder; con las dos coreas en permanentes maniobras militares y con un conflicto de múltiple participación en Yemen, -todo ello ante una impasible e inútil ONU-, pareciera que la mesa está servida para el Gran Desastre, tal y como Francisco I avisadamente lo ha señalado: “pequeñas guerras” que antecederían, -ojalá y no-, a otras cada vez mayores, hasta desembocar gradualmente en verdaderas y fatales conflagraciones nucleares.

El potencial destructivo de las armas nucleares existentes hoy, dicen los expertos, es tal, que sería suficiente para destruir decenas de veces, la tierra y toda forma de vida en ella. Cuando los peritos se refieren a esa posible destrucción de la tierra por efectos de armas nucleares, a lo que se refieren, realmente, es a una aniquilación y una devastación más allá de lo imaginable… No se trata sólo, dicen, del efecto de las explosiones en sí mismas infernales, programadas para estallar a algunos cientos de metros sobre la superficie de la tierra (para magnificar su poder destructivo y asesino), sino de los múltiples efectos sobrecogedores, producto de la consecuente radioactividad, que impedirían por decenas de años, la agricultura, la pesca, la ganadería y hasta la libre locomoción al aire libre… Claro, todo ello si se cuenta con “la fortuna” de sobrevivir. ¡Sería una guerra, según dicen, duraría entre 6 y 30 años y cobraría la vida de centenares de millones de vidas!

Según estos expertos, la primera coalición estaría liderada por la OTAN bajo los auspicios de EE.UU., con sus aliados de siempre, Reino Unido, Francia, Israel y una renuente Alemania que parece decir que ya tuvo bastante de guerras…
Rusia, por el otro lado, la figura del momento, madura, poderosa y amigable, robándole todo el protagonismo político a los EE.UU., en Siria, cuenta con el apoyo de China, ahora su principal socio económico y comercial; e Irán, una potencia considerable que emerge decididamente con la asistencia tecnológica y militar rusa.

A nuestro criterio, estamos ante un ajedrez geopolítico y económico-militar, en el que el petróleo y la exuberante como insondable riqueza de natural de Rusia, son los objetivos primordiales altamente apetecidos pero no declarados, por el mundo occidental, con EE.UU., y el R. U., a la cabeza.

Estamos siendo testigos de la agonía de un modelo económico y político que pareciera que no se irá, lamentablemente, si no es causando mucho ruido, mucho muerto, mucho fuego y mucho daño… ¡El fin de un mundo unipolar y el surgimiento de uno multipolar, parece inevitable!

Para terminar, cuatro parecen ser las principales causas que podrían, hoy por hoy, derivar en una III Guerra Mundial: La crisis financiera global; la escasez de petróleo y los fanatismos religiosos, que -cualquiera de ellos-, sumado a una supuesta creencia en la propia superioridad bélica, sería el detonante más mortífero en la historia conocida del hombre.
¡Dios nos libre!

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