Guatemala ha cambiado, pero muy poco y se demuestra con la resistencia que hay a medidas que puedan en realidad ir consolidando una nueva actitud y un nuevo marco para normar el comportamiento de los ciudadanos, especialmente de los políticos y de quienes con ellos hacen negocio. Una nueva ley electoral que democratice a los partidos y controle el financiamiento sigue siendo una aspiración lejana porque el mamarracho que hizo el Congreso no apunta a nada de eso. Ahora tenemos el “debate”, por llamarlo de alguna manera, sobre la ley de compras y contrataciones que es una muestra de cómo los grupos de poder se mueven para asegurar que no les toquen sus prácticas que les permiten llenarse de dinero.

En otras palabras, tenemos que decir que la sociedad guatemalteca tendrá que mostrar más arrestos si quiere acabar con la resistencia de los poderes fácticos para que se hagan las cosas como Dios manda. Por ello preguntamos al Presidente electo Morales si estaría dispuesto a abanderar el movimiento ciudadano para ser más exigente con el Congreso y la clase política, pero su respuesta es que él respetará la independencia de poderes y que legislar es función del Congreso y él los dejará que hagan su trabajo, lo cual nos parece suicida porque ya sabemos de qué pata cojean los diputados.

La ley de contrataciones y de compras es fundamental para modificar reglas de juego porque todos sabemos que aún en el caso de que se hagan licitaciones, la forma de hacer mano de mono es sencilla. El negocio con la droguería Pisa es una muestra de cuán fácil es poner a conserjes y secretarias a integrar una comisión calificadora de ofertas para que firmen lo que les pongan enfrente porque no tienen ni conocimiento ni criterio para hacer otra cosa. Y eso sin mencionar la enorme cantidad de operaciones que se hacen sin licitación porque se burlan de las leyes y fraccionan las compras o contratos, cuando no descaradamente se los vuelan mediante el socorrido argumento de que es de “emergencia” realizar el negocio.

Quien a estas alturas piense que se puede confiar en los diputados y que éstos harán las cosas bien, es un iluso o un malvado porque está demostrado que únicamente sirven a sus propios intereses y a los de los grupos que les han financiado sus campañas y por lo tanto no hay la menor esperanza de que puedan legislar a favor del país y de los guatemaltecos. Urge abrir los ojos para no seguir de incautos siendo testigos de cómo se matan de la risa de nosotros.

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