Francisco Cáceres Barrios
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Es por demás notorio que aquellos llamados analistas, que resultan ser los más interesados en propiciar un caos en nuestro país, en aplicación del refrán que dice “en río revuelto ganancia de pescadores”, se han dado a la tarea de pronosticar que el gobierno de Jimmy Morales va a ser todo un desastre. Si bien es cierto que no hay un solo chapín, ni los partidarios del candidato que por azares del destino resultara electo que podría firmar un documento por medio del cual garantizaran el total éxito de su empresa, especialmente cuando es bien sabido por todos que estamos literalmente en trozos en cuanto a salud, educación pública, infraestructura y no digamos de finanzas, pero no por ello podemos ser fatalistas.
Al momento, esto último es lo más importante para el presidente electo, pues sin dinero suficiente para sufragar sus programas de gobierno de nada le serviría haber anunciado ya el más flamante de los gabinetes. El monto total del presupuesto también es lo de menos, lo vital es la diferencia que resulte de restar de los ingresos los egresos, por lo que el dilema y la dificultad es tremenda para don Jimmy. Tiene que sentarse un buen rato con su equipo técnico para determinar de qué manera va a hacer caminar el mamotreto de la SAT, el que venía siendo deficiente porque la cúpula gubernativa estaba haciendo mal uso del sistema y porque su gente y sus métodos de trabajo no son precisamente los ideales para cumplir con las metas establecidas.
Por el lado de los egresos, el nuevo gobierno no tiene más opción que la de aplicar el método de las prioridades, como la de reducir drásticamente sinnúmero de gastos superfluos, como también de lógica, como eso de que el Congreso pueda hacerse de sus ahorritos, mientras la gente se está muriendo de hambre o por falta de atención en los hospitales. En mi humilde criterio no hay tal apocalipsis como tanto se anuncia, si el presidente y sus colaboradores son honrados, si racionalizan el gasto público y sobre todo, si saben imprimir confianza en la población, que se terminó de perder desde lo que hicieron Pérez Molina y sus antecesores, lo que por nada del mundo debiéramos repetir.
No hay formulas mágicas para ningún presidente electo. Si así fuera, no existirían países ni gobiernos pasando crisis en el concierto mundial, aunque como siempre, no faltarán quienes se le acerquen para decirle al oído que son dueños de alguna de ellas. Algo más puedo asegurarle a don Jimmy Morales, ninguno de sus predecesores ha llegado al poder totalmente seguro de triunfar. De ahí que recomiende ser prudente y no mal agorero.