Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Me preocupa mucho la relación del próximo gobierno con una ciudadanía atenta y vigilante que espera cambios de actitud en nuestros gobernantes en particular y en los políticos en general, puesto que ello va a requerir de una actitud muy madura del Presidente Electo Jimmy Morales para atender los reclamos de la sociedad que no tendrán, necesariamente, que estar basados en procesos judiciales o hechos sometidos a conocimiento de los tribunales, sino simplemente resultado del sentido común y de las evidencias que vayan presentándose a la ciudadanía.
En ese sentido los medios de comunicación tendremos que jugar un papel relevante en materia de información para contribuir a que el proceso sea efectivo. El problema se agrava cuando veo que el Presidente Electo tiene la creencia de que le corresponde evaluar cuándo un medio de comunicación dice la verdad o afirma falsedades, puesto que esa actitud es la que en todo tiempo y lugar ha dado espacio al surgimiento de medidas para establecer controles a la libre expresión del pensamiento sobre el criterio de que lo que a un gobernante no le parece, cae en el campo de lo que él estima que es falso.

Casos como el del señor Lam se van a presentar en abundancia en el futuro porque básicamente las cosas no han cambiado tanto como para suponer que la práctica política y administrativa es distinta. Y será en cada uno de esos casos en los que se va a poner a prueba el talante y la disposición del gobernante para actuar de conformidad con el sentido común y, más que eso, con el sentido de la decencia y de los principios que obligarían, en tales circunstancias, a anteponer los intereses del país a los compromisos de amistad o de cualquier otra índole.

Obviamente en todos los equipos de gobierno se pueden colar manzanas podridas que únicamente van tras sus particulares intereses y que esperan aprovechar los agujeros de un sistema poroso que facilita el negocio y el trinquete. El Presidente posiblemente no esté al tanto de esas aspiraciones y tampoco las aliente, pero si la ciudadanía atisba que existen y presiona para que se ponga remedio, no puede recurrirse al ya socorrido argumento de que presenten pruebas porque todos sabemos que los mejores negocios, los más sofisticados, no dejan mucha huella y por eso hay tantos políticos que siguen ostentando poder y que mantienen sus negocios turbios, reeligiéndose una y otra vez con la relativa certeza de que, por bien hechos, sus trinquetes no van a ser objeto de persecución penal.

Es mucho más fácil caerle a gente que actúa burdamente, como se hizo con los del IGSS y las Aduanas, porque ni siquiera tuvieron recato para hablar por teléfono de sus fechorías, pero no es tan fácil seguir la pista de los desvíos hechos a través de bien estructurados fideicomisos en los que se pierde la huella del negocio. Por ello es que el gobierno tendrá que adoptar medidas estructurales para modificar la forma de administrar la cosa pública y ponerle fin, a como dé lugar, a esos vicios tan corrientes y perversos.

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