Pedro Pablo Marroquín Pérez
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Ayer recogimos en La Hora una entrevista radial a Iván Velásquez, jefe de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) que le hizo Radio Sonora en la que declaró “la corrupción es mucho más profunda de lo que hemos visto, y por eso es necesario ahondar en la actividad investigativa. La corrupción estructural no es exclusivamente atribuible a un gobierno por más que muchos de sus agentes puedan estar comprometidos en actos ilegales, sino que es más permanente y fuerte. El reto es tratar de llegar a la raíz de la corrupción develando estructuras mucho más fuertes de lo que hasta ahora podemos imaginar”. Las negrillas son mías.
En buen chapín, lo que se ha trabajado en investigación y procesamiento de casos es importante, pero sigue siendo una babucha comparada con las grandes mafias y estructuras que han venido operando por muchos años, y no lo digo yo, lo dice el colombiano que vino a sacudir el sistema de impunidad y corrupción que nos domina.
Hace unos meses yo escribí que si no cambiábamos las reglas del juego, nos pasaría lo mismo que en Presidios, es decir, desnudado y expuesto el líder de una mafia rápidamente ésta se ajusta para seguir operando en la misma impunidad.
Y ayer lo reconoció Velásquez, al reprochar al Sistema Penitenciario por haber desaprovechado la oportunidad de corregir y erradicar el problema de la corrupción en las prisiones de Guatemala, tras la desarticulación en Presidios de la estructura de cobros por favores, supuestamente liderada por el reo Byron Lima; investigación que valga decirlo, hizo la CICIG hace ya más de un año.
El Ejecutivo, que tiene iniciativa de ley y a quien políticamente le afectó el golpe de la CICIG a la red de Lima, no movió un dedo y por supuesto no hizo uso de su derecho constitucional; sabían de los vicios y las carencias, pero no quisieron revolver la cosa cuando todos sabemos que pudieron haber presentado una iniciativa de ley para reformar el sistema y sus vicios.
Y ese es el gran riesgo ahora, porque en Guatemala combatir la impunidad se puede comparar al saneamiento de lago de Amatitlán. La joya natural devaluada a cuasi pantano, nunca podrá ser saneada si no erradicamos las fuentes de contaminación.
Pues nunca le ganaremos la batalla a la impunidad y a la corrupción sino cambiamos las reglas del juego. Se podrán llenar las cárceles de pícaros, pero si las reglas siguen incentivando los negocios, cayendo unos surgirán otros para llenar los vacíos de poder.
El futuro presidente de Guatemala dice que él no puede hacer mucho para modificar el sistema porque es respetuoso de la independencia de poderes y la autonomía de las instituciones, y ojalá esa postura no le pase una factura impagable porque la gente demanda liderazgo para que alguien tenga los atributos de hacer las propuestas que necesita el sistema y además de hacerlas, la gente espera que ese líder nos una a los guatemaltecos para que incidamos en el poder que tiene la llave para todo: El Congreso.
Con tanta advertencia en el camino, nunca podremos decir que nos volvieron a agarrar de majes. Si en uno o dos años estamos en las mismas, será porque nos rehusamos a tomar el camino duro del cambio.
En agosto y octubre nos lavaron el coco con eso de “tu voto cuenta” aunque en realidad el voto se cuenta, pero no incide en el futuro; ahora es momento de decir “tu voz manda” porque si entendemos el problema (solo meter gente al bote no basta porque los mafiosos se multiplican peor que gremlins) y alzamos nuestras voces para cambiar las reglas del juego, puede que tengamos un futuro.