Eduardo Blandón
El episodio Lam, el nuevo caso de plagio denunciado esta semana por la Universidad de San Carlos, nos ofrece posibilidades de reflexionar sobre temas que más allá del interés noticioso, puede servir de aprendizaje a muchos en general, siempre tentados por hacer las cosas mal. Ofrezco para el caso un par de comentarios.
En primer lugar, poner en cuestión la sensatez del economista que quizá apremiado por los resultados y la retribución pronta salarial, se ha dejado seducir por lo fácil. Tontería colosal porque el timo en la red (me refiero al plagio) no es particularmente difícil de comprobar. Quiero decir, si esto hubiera ocurrido hace veinte años quizá habría sido escamoteado, pero a estas alturas… una aventura demasiado audaz.
No creo que José Ramón Lam sea incompetente en su profesión o que su persona sea una fábrica de babas, pero copiar vilmente como lo hizo, deja entrever que al menos moralmente tiene severas limitaciones. Lamentable, por supuesto, no solo por los años invertidos y los libros leídos, la educación en casa y sus idas al templo, sino también por el mal ejemplo que extiende en una sociedad que necesita más bien de modelos de honestidad.
Por otro lado, mi segundo comentario, tiene que ver con la reacción de nuestro próximo presidente, Jimmy Morales. Como dirían algunos, quisiéramos darle el beneficio de la duda, pero nos cierra la posibilidad cada vez que abre o cierra la boca. El caso Lam es paradigmático. Lejos de dar una respuesta que permitiera creer en un próximo presidente honesto y de carácter, nos deja un mal sabor de boca.
Cada vez es más evidente que Morales pertenece a la escuela “baldettiana”: insulso, cínico y superficial (ojalá no sea rapaz). Dado a respuestas desajustadas, como si el poder no los dejara pensar. Irracional, bobalicón. ¿Falta de madurez política? Por supuesto. Lamentable en su condición, pero mucho más para Guatemala que siempre se merece lo mejor.