Eduardo Villatoro
Como se había previsto, y después de conocer los resultados de encuestas de opinión, era previsible que el señor Jimmy Morales, candidato del FCN-Nueva Nación, venciera con apreciable margen en las elecciones de segundo grado celebradas ayer, a su contrincante Sandra Torres, postulada por el partido Unidad Nacional de la Esperanza, noticia que no sorprendió a nadie en vista de una serie de razones que ya han dado a conocer y que posiblemente insistirán algunos periodistas que volverán a señalar hoy, mañana y las semanas siguientes.
Lo que sí llamó un poco la atención de los guatemaltecos apolíticos o apartidistas y probablemente de observadores extranjeros, lo constituye el hecho que disminuyó notoriamente el número de votantes en casi todas las regiones del país, según los datos preliminares dados a conocer por el Tribunal Supremo Electoral desde el inicio en que se hicieron oficiales los datos del cómputo; pero que al guatemalteco normal y corriente tampoco logra sorprender, sencillamente porque también ya se comentaba, sobretodo de parte de sus seguidores, que ya no valía la pena volver a votar porque se impondrá categóricamente el inesperado aspirante sin ningún rastro de experiencia burócrata, tal como se le echó en cara muy sistemáticamente, sin lograr comprender que, cabalmente, esa era una de las fortalezas/debilidades de su oponente y una de las falencias de la señora Torres, sobre todo al entrar en sus contradicciones, puesto que porfiaba que jamás había trabajado en Gobierno alguno, menos en el de su exmarido el señor Colom, que no la sólo la puso en ridículo, sino que fue el argumento en el que se basó para que se propusieran colocar en un plano de total incapacidad e inexperiencia a su rival, asunto que le saltó por el trasero.
En las primeras horas de ayer domingo en la tarde, todo pensaba que iba a surgir un desconcierto fenomenal, porque las cifras que informaban los canales de televisión constituían una machucada de cayos de los más inesperados, aún que el campo político electoral.
Muy egoístamente yo esperaba que el desenlace se apresurara, porque quería irme a la cama y ya con los datos finales de mi conocimiento, y que no me ocurriera lo del 6 de septiembre, cuando dejándome llevar por las encuestas previas y los resultados iniciales me fui al reposo nocturno; pero, eso sí, dejando el documento y la computadora abiertas por aquello de que las cifras cambiaran de repente.
Preparado el artículo sólo para darle un teclazo y enviarlo a la Redacción de La Hora. Es probable que a las 8 de la noche, sólo se registren pequeños cambios, y que yo no me vea obligado a levantarme de madrugada a reelaborar el texto. Pero en los arduos trabajos del periodismo, uno nunca sabe cuándo y cómo cambian las circunstancias de una noticia.
(El neófito Romualdo Tishudo leyó en la pared de un partido: -La obligación de un gobierno, don Yimi, es luchar contra la pobreza, y no contra los pobres. Ái te acordás, pué…).