Juan de Dios Rojas

Palabra que en los actuales momentos se expresa por todos los medios de expresión, habidos y por haber en los ámbitos mundiales. Nuestro país Guatemala dista de ser la excepción, razón que induce a escribir estos renglones. Motivado de un todo por tantísimo comentario al respecto, con la carga emocional correspondiente y complementos de índole personal a su manera.
Hace largos años empezó a cobrar ejecución, en beneficio, por supuesto, de los desmanes gubernamentales, mejor dicho gracias a circunstancias consistentes en el apoderamiento ilegal de fondos millonarios, cuyo destino proviene de los impuestos millonarios que paga la población. Lejos de darles el uso debido en educación, salud, seguridad y obra material a la expectativa.
En concreto, la temible e indeseable corrupción se atribuye a todos los gobernantes, así sean de cualquier ideología, por parejo; ninguno se excluye del mapa colorido en visible daño contra el Estado. Lamentable y triste realidad llena de casos y cosas como mal general, oculto tras cada gobernante, de mano en mano, motivo de peso capaz de fortalecer semejante latrocinio.
Uno seguido del otro desempañan el inesperado caso de salir por la puerta ancha bajo de agua, enriquecido hasta decir ya no, mientras el colectivo nacional queda con una mano adelante y otra atrás; inclusive hijos, nietos y bisnietos se canden en la pobreza extrema y miseria. Posiciones opuestas disputan posiciones al preciso instante de cobrar el respectivo cheque.
Enorme en grado sumo sufre la ciudadanía al enterarse de tal situación que los pone en ascuas y derivados procedimientos que generan el hundimiento completo. En tanto ahora ya no podemos desempeñar el papel de babosos y tragar la amarga píldora de amargura fatídica, en los bordes del precipicio terrible. A los conciudadanos continúan hechos capaces de sentir cerca, cerquísima, la guadaña.
Cualesquiera que ocupemos una ubicación mediana, regular o mala, pésima resulta la corrupción mientras prosigan las afortunadas investigaciones de la ClCIG, demuestran sin duda alguna que es necesario, también indiscutiblemente de una limpieza profunda de todas las instituciones del Estado. Aún es tiempo de enderezar el rumbo pésimo llevado con mala, pésima dirección al fracaso.
Lo dice sin tapujos una publicación diaria del vespertino La Hora si Deseamos un nuevo sistema o cambios cosméticos que no resuelven nada. Lo primero constituye el deseo y convivencia de los guatemaltecos que aman a su país de verdad. Hacer o expresar algo diferente concluye en no resolver nada de verdad. Reaccionemos con los pies sobre la tierra, el resto son pamplinas.
La reacción si es el instante preciso de actuar, fuera intrigas, incidías y todo aquello diferente. Un nuevo sistema pide a gritos, masivamente y en orden toda la población, seguir siendo siempre los mismos tiene el rol de inconveniente y desafortunado. Al pan pan, o tortillas en abundancia urgen los compatriotas, con la verdad a toda prueba ahora y siempre paisanos.

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