Sin duda ha terminado la campaña más desteñida de la historia del país, puesto que hasta las que se hacían en época de los gobiernos militares, cuando estaba cantado el fraude electoral y se sabía que el oficialista saldría ganando a como diera lugar, había más entusiasmo ciudadano e interés por todo el proceso. Esta segunda vuelta ha sido de una contienda vacía de contenido, de propuesta y de divorcio con la realidad nacional porque ninguno de los candidatos atinó a entender el momento histórico que vive el país y la necesidad de asumir un compromiso de reforma profunda para emprender la articulación de una auténtica democracia.

El lunes amaneceremos con nuevo binomio presidencial pero al margen de cuál sea el resultado, hay dos cosas puntuales que se deben saber. Por un lado que el ganador será alguien que no ha desafiado al sistema ni lo ha cuestionado, mucho menos alguien que tenga una propuesta para realizar las reformas. Pero lo más importante es que será alguien que tendrá que trabajar codo a codo con un Congreso que será más de lo mismo y que no ofrece ningún tipo de esperanza de que vaya a ser el campo fértil para que avancen las ideas progresistas de una sociedad que descubrió cuánto nos habíamos hundido en el fango.

Se percibe entre la población un sentimiento de desazón porque al final de cuentas el ejercicio democrático de “tu voto cuenta” se tradujo en un resultado frustrante. El voto no permitió depurar al Congreso, pero tampoco sacó de sus cuevas a los alcaldes ladrones que se han eternizado en sus puestos haciendo toda clase de negocios sin proveer a sus comunidades de respuestas para mejorar la calidad de los servicios municipales que por ley tienen que prestar.

En el Congreso no había forma de hacerlo, porque al votar por planilla se arrastra, quiera uno o no, a elementos que son nocivos para la institucionalidad democrática, pero la falta de claridad sobre la dimensión de nuestra crisis política y de los alcances de la corrupción se nota mucho más que nada en la forma en que fueron reelectos, sin chistar, alcaldes que son joyitas de la manipulación y la corrupción.

Viene ahora la época de la transición en la que los electos tendrán que recibir información de los que se van, que no poseen mucha porque ellos también acaban de llegar y no han llegado a aprender el chance. Pero como no hay planes, de todos modos poco importa la profundidad de la transición porque, de todos modos, vamos a más de lo mismo.

Ahora sí le toca, a la ciudadanía, jugar su papel para ajustar cuentas y lograr los resultados.

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