Eduardo Villatoro

De acuerdo con las tres leyes de Mendel, que explicarían y predecirían cómo serían los caracteres físicos de un nuevo individuo. Se han descrito como “leyes para explicar la transmisión de caracteres a la descendencia”. Desde este punto de vista, de transmisión de caracteres, estrictamente hablando no correspondería considerar la primera ley de Mendel. Es un error extendido suponer que la uniformidad de los híbridos que Mendel observó en sus experimentos es una ley de transmisión, pero la dominancia nada tiene que ver con la transmisión, sino con la expresión del genotipo. Por lo que esta observación mendeliana en ocasiones no se considera una ley de Mendel. Así, pues, hay tres leyes de Mendel que explican los caracteres de la descendencia de dos individuos, pero solo son dos las leyes mendelianas de transmisión: la Ley de segregación de caracteres independientes y la Ley de la herencia independiente de caracteres.
Durante los días recientes la recia personalidad de Gregor Mendel ha acudido a mi memoria con cierta frecuencia, aunque usted lo entenderá, no comparto el conjunto de reglas básicas sobre la transmisión por herencia genética de los organismos padres a sus hijos, que se derivan del minucioso trabajo realizado por el citado, científico publicado en 1865 y que fue ignorado por mucho tiempo hasta su redescubrimiento en 1900.
La historia de la ciencia encuentra en la herencia mendeliana un hito en la evolución de la biología sólo comparable con las leyes de Newton en el desarrollo de la física, puesto que esta teoría se enfrenta a la de la herencia, expresada en lo que le llamaría “leyes de Mendel”.
Pero hay que tomar en consideración que no solo fue trabajo teórico lo que le brindó a Mendel, sino que se vio obligado, de acuerdo con las circunstancias a redoblar, un requerido esfuerzo y renovada voluntad, y los dos no menos notables aspectos epistemológicos y metodológicos de la investigación de su autor.
Tal valoración no fue sólo su trabajo teórico lo que le brindó a ese investigador su envergadura científica a los ojos de la posterioridad; no menos notables han sido los aspectos de su investigación. El reconocimiento de la importancia de una experimentación rigurosa y sistemática, y la expresión de los resultados observacionales en forma cuantitativa mediante el recurso de la estadística ponían de manifiesto una postura epistemológica totalmente novedosa con las leyes de Newton en el desarrollo de la física.
Esta extensa introducción obedece a la pretensión de esbozar la notable personalidad de Jim Youg Kim, quien en la década de 1990 recorría las polvorientas callejuelas de un barrio marginal de un poblado cercano a Lima, la capital de Perú. Los lugareños recuerdan a este médico coreano educado en Harvard, que distribuía casi a hurtadillas medicina para pacientes que sufrían de la temible enfermedad de tuberculosis.
Esta experiencia lo hizo fijarse al aparentemente imperturbable banquero coreano y educado en Estados Unidos con un objetivo casi personal con el que se juega su reputación de científico, hijo de inmigrantes, con otros dos doctorados entre sus maletines, sin desprenderse de un alma que aspira a contribuir a eliminar la pobreza extrema para 2030 y aumentar los ingresos del 40 % más pobre de la población mundial.
Cae de su peso que por sí solo no lograría esas metas, y de ahí que requiere de la participación proactiva, la voluntad no sólo de los más altos ejecutivos del Banco Mundial, desde su agencia limeña, y su sede central en central en Washington, D.C., Estados Unidos, por supuesto, y de todos los países que integran esa poderosa maquinaria económica, financiera, social… y cultural durante los últimos lustros.
(El displicente empleado guatemalteco del BM Romualdo Tishudo se lamenta: -No es tan fácil conjugar a un banquero de esa envergadura, con un alma sensible a las necesidades humanas más perturbadoras y una realidad socio económica tan estremecedora).

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