Fernando Mollinedo C.

¿Por qué el verdadero poder en Guatemala es tan reacio al cambio? Los partidos dominantes (Lider, Patriota, Todos) son repudiados a niveles nunca vistos por la población. Algunas personas piensan que ello responde a una corriente internacional de repudio a los políticos profesionales, a las políticas tradicionales y al sindicalismo político.

Desconfianza y desencanto por la pésima administración del régimen militar de Pérez Molina y la señora Baldetti, se manifiesta de mil y una formas por la sociedad, incluyendo a los militares que se consideran traicionados por su excomandante general, pues en su mandato entregó el poder a las mafias a cambio de veleidosidades físicas. ¿Situación ídem al gobierno anterior? Usted tiene la respuesta.

Vivimos un proceso de descomposición social y no es sorprendente que Guatemala experimente la violencia ilimitada como prueba fehaciente de la disfuncionalidad, inoperancia e ignorancia, de quienes dirigieron las instituciones del Estado.

Hubo manifestaciones de protesta para demostrar desacuerdo con las políticas de Gobierno y la arrogancia, petulancia e insolencia de la exvicemandataria; de la asquerosa conducta ilícita de los funcionarios y empleados ladrones que se apropiaron del dinero del erario; es decir, los hueveos que hicieron con la venia de sus jefes.

En la administración de Miguel Ydígoras Fuentes estalló un movimiento reivindicativo liderado por militares que llevó al poder a Enrique Peralta Azurdia, otro militar quien ordenó la administración pública y dejó como garantías sociales el aguinaldo, el código civil, los juzgados de familia y otras ventajas para la población.

Nos rebasa la imaginación sociológica cuando vemos los niveles de las crisis internas por corrupción, delincuencia común, organizada, gubernamental, empresarial y hasta de las sectas (religiones) que pregonan valores humanos, que están señaladas a vox pópuli de integrar parte de la delincuencia misma.

Vivimos ahora con crisis de supervivencia originada por la poca o nula honradez de quienes administran los dineros del Estado, incluyendo municipalidades; están ocurriendo fenómenos que rompen el orden natural establecido: la descomposición del medio ambiente que cobra su factura irreversible con la muerte de cientos de vidas, con derrumbes como los del Cambray, Panabaj, asentamientos urbanos de la capital y otros.

Los políticos son rebasados por la realidad nacional y ni siquiera su demagogia y narcisismo egocéntrico sin empatía para sentir el sufrimiento humano, los salvan de ser calificados como insensibles ignorantes, avorazados y traidores de los postulados ideológicos que los llevaron al poder; corruptos impotentes para desprenderse de viejos hábitos para mantener el poder a toda costa, sacrificando programas y conexiones reales con las necesidades y problemas de la sociedad a la que dicen representar.

La política como expresión mercantilista cobra forma de mercadotecnia con la venta y compra de personajes y políticas públicas, de curules, puestos gubernamentales y posiciones de poder en los aparatos ideológicos del Estado. Ya invertido el capital, la mera corrupción generalizada impide el cambio.

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