Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Romper el molde de los sistemas no es cosa fácil, sobre todo porque la gente se adapta muy fácilmente a vivir bajo las reglas del juego existentes y por ello no creo que Bernie Sanders llegue muy lejos en la contienda electoral para lograr la nominación del partido demócrata de los Estados Unidos. Puede uno estar de acuerdo o en desacuerdo con sus propuestas concretas que podrán parecer muy liberales y hasta demasiado radicales, pero en la clave de su mensaje es absolutamente claro de que si Estados Unidos puede cambiar no será porque el pueblo siga simplemente delegando en los políticos la tarea.

Cada cuatro años se ejerce el sufragio y se eligen nuevas autoridades y legisladores, pero cada cuatro años se aumenta el poder de la clase política y de quienes los financian, los grupos de poder económico que constituyen los “super pac´s” que son ahora la clave para proveer de recursos ilimitados a los políticos que aspiran a un cargo público. Cuando Hillary Clinton dijo que en su programa estaba establecer controles sobre Wall Street para evitar la repetición de los abusos que llevaron a la última crisis financiera mundial, Sanders irónicamente comentó que el Gobierno y el Congreso no pueden regular a Wall Street porque es Wall Street el que con su financiamiento regula a ese Gobierno y ese Congreso.

En temas como el control de armas, el acceso universal a la educación, la cobertura de salud y la protección social, Sanders suena radical porque propone que antes de vender un arma se haga una investigación de los antecedentes del comprador, que la etapa primaria de la enseñanza universitaria (el llamado College), que en el mundo moderno es casi como la formación secundaria de hace veinte años, sea gratuita, que todos tengan derecho a salud pública y que, por ejemplo, las madres embarazadas puedan dejar de trabajar gozando de salario. Todo eso lo consideran extremista en Estados Unidos, pero funciona en prácticamente todo el mundo. Hasta países como Guatemala tienen para los trabajadores acceso a la salud y protección a las madres y educación casi gratuita en la Universidad nacional, mientras que la mayor potencia mundial todavía debate agriamente sobre tales temas.

Pero el punto toral, a mi juicio, que realmente diferencia a Sanders del resto de candidatos es que él no se presenta como el Superman capaz de cambiar al país. Lanza un desafío a la sociedad, porque entiende que ninguno de esos cambios es posible en la medida en que los que toman decisiones sigan siendo presa de los cabilderos, de los famosos lobistas que desde tiempos de campaña compran el alma y la conciencia de los políticos. Y la única forma de romper ese círculo vicioso de corrupción, tan similar al nuestro, la ve en la presión que la ciudadanía tiene que ejercer para obligar a sus representantes a tomarlos en cuenta si quieren obtener una reelección, lo cual no se logra más que actuando de manera constante y permanente para mantener con rienda corta a los políticos (de todo el mundo) que, puestos a escoger, prefieren cumplirle a los que financian sus “super pac´s” que hacerlo con sus electores.

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