Guatemala está viviendo una verdadera ventana de oportunidades para corregir los vicios que han prostituido su sistema político y el momento se presenta propicio para un debate profundo, de altura y sentido patriótico sobre lo que se debe hacer para salir de ese modelo de secuestro del sistema democrático que hicieron en alianza perversa los políticos con sus financistas. La política en Guatemala es, al día de hoy, un negocio en el que el ciudadano no tiene arte ni parte porque todo se pacta desde los tiempos de campaña para exprimir hasta el último centavo del erario.
Y a pocos días de la segunda vuelta y con debates entre los candidatos como único gancho para interesar a los electores, uno supondría que cada vez que Torres y Morales se tienen que enfrentar, el tema debería ser abordado con sabiduría y seriedad. Pero ni siquiera hablan del asunto, ni para desgastar al contrincante, lo que permite suponer que para ellos el sistema viciado en que se mueven no es problema ni tienen interés alguno en asumir compromisos para su reforma.
Uno entiende que el presidente Maldonado Aguirre no quiera hacer nada porque al fin de cuentas a él simplemente le tocó la chibolita y ha sido siempre un celoso y efectivo guardián de las reglas que mantienen vigente ese sistema. Pero que los dos políticos que aspiran a gobernar el país en los próximos años no digan ni pío al respecto es preocupante porque eso significa que tenemos que prepararnos, los ciudadanos, para seguir ejerciendo la presión que permitió forzar a las renuncias del Presidente y la Vicepresidenta de la República tras haberse destapado los casos de corrupción que han sido escándalo mundial.
En este momento crucial de la historia es una vergüenza que los candidatos presidenciales no entiendan su desafío y la responsabilidad que tendrían que tener si triunfan en la segunda vuelta. Es cierto que nuestro público está más acostumbrado a los debates tipo placeras y no a la discusión seria de programas y proyectos; también es cierto que resulta más atractiva a la opinión pública una confrontación en la que se digan hasta de qué se van a morir porque, al fin y al cabo, de todos modos ninguno parece tener plan serio ni poner atención a los asuntos fundamentales.
Pero lo menos que como ciudadanos podemos hacer es exigirles que sean concretos y precisos en los temas de combate a la corrupción y lucha contra la impunidad. Que nos digan cómo actuarán con sus colaboradores cercanos si son descubiertos en algún trinquete y qué harán para frenar la voracidad de los financistas de campaña.