Estuardo Gamalero

«No importa cuántos recursos tengas. Si no sabes cómo utilizarlos, nunca serán suficientes» adagio popular

Para que una construcción se mantenga y resista las amenazas y los desastres de la naturaleza, es indispensable que la misma se edifique sobre terreno estable y con pilares sólidos.

Los principios económicos, sociales y jurídicos fundamentales, que han logrado subsistir a lo largo de la humanidad, lo han hecho porque sus raíces son fuertes y porque no contravienen la naturaleza del hombre en sociedad. Ejemplos de lo anterior son: La ley de la oferta y la demanda; el respeto al derecho ajeno; la protección a la vida, la libertad y la igualdad de las personas ante la ley. En ese sentido, hemos sido testigos de cómo, varias leyes y políticas que se decretan contraviniendo la lógica o los principios fundamentales del ser humano, tarde o temprano se derrumban y promueven conflictividad social.

En política no es diferente la cosa. Cada cuatro años vemos como llegan nuevos presidentes y vicepresidentes, nuevos diputados y nuevos alcaldes. Cada uno de ellos hizo a los electores, una serie de ofertas y promesas para resolver problemas nacionales: para mejorar los índices de combate a la corrupción, combatir la pobreza, la falta de seguridad, mejorar el sistema educativo, salud e incluso para hacer más competitivo al país. Los políticos nos han hecho creer que con la llegada de su «nueva élite gobernante» las cosas van a cambiar. Sin embargo, hasta la presente fecha, los nuevos gobiernos han sido consistentemente un cambio hacia lo negativo.
Hay varias razones del por qué la perversión de los gobernantes es una constante, pero la mejor explicación que encuentro, es: porque los nuevos políticos insisten en construir sobre los cimientos de la corrupción y cuando tienen que tomar decisiones de cambio, prefieren beneficiarse y formar parte de un sistema copado por mafias, que tener que enfrentarse a las mismas. Ciertamente cuando la cabeza de una organización está mal, el resto de los órganos imitaran dicha maldad. Desde ese punto de vista, es de suma importancia que los grandes funcionarios cumplan con los requisitos y condiciones de honorabilidad, capacidad e idoneidad que manda la Constitución Política.
A pocos día de la segunda elección presidencial (2ª vuelta electoral), los guatemaltecos tendremos que escoger entre dos opciones. Como todo en la vida, ambos poseen cualidades, defectos, fortalezas, debilidades y de acuerdo a los gustos e intereses del electorado, ambos también representan oportunidades y amenazas.
Usualmente, se les cuestiona a los candidatos por sus equipos de gobierno: ¿quiénes forman parte de los mismos? ¿Qué intereses tienen? También se les pregunta por sus planes de gobierno: ¿Cómo abordarán tal o cual problema? ¿Qué soluciones proponen? Dichas preguntas son muy importantes y por supuesto son pilar de referencia lógica para decidir un voto. Sin embargo, en el intento de corregir los problemas de fondo, considero que los cuestionamientos más importantes son:
¿Cuáles son sus vínculos y compromisos con las actuales redes de corrupción y tráfico de influencias? Y, ¿Están dispuestos a poner un «hasta acá» a esos operadores de la corrupción que venden sus modelos y sostienen sus negocios, gobierno tras gobierno?
Para que lo malo salga a flote, basta con mover un poco las aguas. Como consecuencia de la lucha en contra de la corrupción y los resultados del proceso electoral, ya hemos escuchado y leído en diversos medios de comunicación, que los «caciques» de negocios que giran alrededor de: medicinas, puertos y aduanas, obras públicas, plazas fantasma, transporte colectivo, manifestaciones y conflictividad, etcétera, ya cambiaron el color de sus camisetas y se han ofrecido sus servicios o estructuras a los candidatos.
Como guatemalteco, me preocupa que esos rumores sean y se conviertan en realidad. En ese sentido me parece que los funcionarios que conforman este gobierno de transición tienen un rol mucho, pero mucho más importante del que ellos mismos creen. En los tres meses que les quedan, deben denunciar frontalmente los actos de corrupción y señalar con detalles, nombres y apellidos a esas personas y personajes emblemáticos de Estado, que ya los han abordado para presionarles e intimidarlos.
El combate en contra de los corruptos y los corruptores, no es una cuestión ideológica. Los guatemaltecos no debemos caer en la trampa de decir: «Es preferible un caco de derecha o me gustan más los ladrones de izquierda». El fenómeno de la corrupción mutó y ahora se disfraza de populismo frente al pueblo. Guatemala ya despertó, ahora nos toca caminar en la dirección adecuada y eso será muy difícil, si quien quiera que gane: Jimmy o Sandra, pretenden construir sobre cochinadas, lo nuevo apestará, se desplomará y en poco tiempo se convierte también en una porquería.

Artículo anteriorRefugiados: lo que cuentan los datos
Artículo siguienteEsos momentos imperdibles de la vida