Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
El tema de la corrupción es mundial y no hay sociedad que se libre de la voracidad de quienes quieren utilizar de forma mañosa los fondos públicos. La gran diferencia está en el comportamiento de la justicia y de los ciudadanos, porque en la medida en que esos dos instrumentos de control no funcionan, se declara el arca abierta y todos meten sus manos.
En estos días en una pequeña comunidad de Estados Unidos se vive un intenso debate por la decisión de las autoridades del gobierno local de utilizar un gran terreno en el que se asienta un Parque de Veteranos para construir un complejo de oficinas públicas. El proyecto es de siete millones de dólares, poca cosa para lo que pagan los contribuyentes por impuesto al valor de sus propiedades, y surge de la existencia de fondos federales para impulsar proyectos que den ocupación y empleo. Como en todas partes, un funcionario astuto averiguó que si se piden fondos para algo relacionado con los Veteranos ahora se consiguen más fácilmente y dispuso nombrar ese su proyecto como un “Centro para Veteranos” porque entre las oficinas que se construirían habrá una clínica para atender a los que sirvieron en las distintas ramas del Ejército y un salón para que se puedan reunir cuando quieran.
Pronto empezó la comunidad a cuestionar el proyecto porque el aporte del gobierno federal será de un tercio del total y el resto saldrá de los fondos de la ciudad. Pero, además, surgieron dudas sobre el tipo de construcción que se realizará y en los últimos días se ha notado una intensa actividad de los habitantes del lugar para hacer oír su voz por medio de todos los recursos a su alcance, desde la prensa escrita hasta la televisión pero, lo más importante, su presencia física en todas y cada una de las sesiones del Concejo para expresarse y exigir a sus funcionarios explicaciones muy precisas sobre el proyecto.
La comunidad no llega a tener 20 mil habitantes permanentes y se puede sentir que todos y cada uno de ellos están dispuestos a hacerse oír. Hay un grupo, no muy numeroso, que apoya a quienes impulsan el proyecto y sus puntos de vista también se van reproduciendo, pero al final de cuentas lo importante es que nadie se cruza de brazos a esperar a ver qué pasa, como hacemos nosotros tan comúnmente,
Y es que el sentido de la vida en comunidad demanda ese tipo de compromiso que finalmente obliga a las autoridades a actuar con transparencia. En la medida en que el ciudadano exige, el funcionario se ve forzado a rendir cuentas y eso es algo que tenemos que ir estableciendo como parte de nuestra nueva actitud cívica. Ser ciudadano no significa simplemente conformarse con la babosada de que el voto cuenta, porque ya vimos que el voto puede ser un bumerang o hasta un harakiri, pero en cambio el ejercicio cotidiano de la ciudadanía para ser celoso vigilante del comportamiento de nuestros empleados, los servidores públicos electos o nombrados, se vuelve indispensable si pretendemos acabar con las prácticas más sucias que ahora nos escandalizan.