Gladys Monterroso
licgla@yahoo.es

“El fuero para el gran ladrón, la cárcel para el que roba un pan.” 

Parafraseando a OPM, cuando en uno de sus últimos discursos, antes de dejar la Presidencia, hizo referencia a la que él llamó “La Guatemala Profunda”, sin saber que se estaba refiriendo a esa parte de la sociedad guatemalteca, que vibra, que se mueve, que traza diariamente su destino, sin saber que muchas veces no llegará a concretarse, pero que sigue soñando.

Viene a colación anterior por dos acontecimientos, que probablemente no a muchos interesa, pero que son parte de esa realidad que muchos disfrazan de hermosos paisajes, verdes montañas y el azul del mar y el cielo que se unen, eso es lo que vendemos a los extranjeros, pero no es nuestra única realidad, ya que existe otra sombría, subterránea, que carcome las entrañas y los sentimientos, esa es la verdadera vida que se esconde detrás de un paisaje.

Tengo un amigo bombero voluntario, orgulloso de serlo, y entregado como el que más, a quien encontré casualmente en cualquier lugar, le felicité por su esfuerzo en la tragedia del Cambray II, platicamos de lo trágico del suceso, al hablarle sobre lo duro del encuentro de cadáveres encontrados, me contesta –Fíjate que lo que más penetra los sentimientos son las cosas- ¿Por qué las cosas? Le pregunto, y me contesta -Te cuento uno de los muchos casos, buscando cuerpos encontré una pierna, al ver la pierna, pensé en encontrar los demás restos, y seguí desenterrando, y fíjate, encontré un cuaderno, al abrirlo no pude evitar leer una página, y era de una niña, que escribía sobre sus sueños, y el más grande, era ser bailarina y dibujó una, decime ¿Qué se puede sentir?-
Ese relato como han de existir cientos, me hizo reflexionar sobre las pequeñas grandes cosas de los seres invisibles que entrelazan historias que nunca serán contadas, y que forman la humanidad intensa que vivirá constantemente en memorias entretejidas de sueños interrumpidos, por falta de compresión del gran monstruo, en que se convierte la generalidad, y que quedarán por siempre en las profundidades desconocidas.

Otro acontecimiento que hace reflexionar que existe un futuro, que se labra cada día, es la presentación de la película “El Señor de Esquipulas”, una producción totalmente guatemalteca, escrita hace casi 40 años, y que se produce en esta época, y cuyas actuaciones, dirección y efectos especiales no solamente no desmerecen, lo contrario, se crecen por lo anteriormente expuesto, pero ante todo por su intensidad, y su mensaje.

Beberse esa película, es beberse la Guatemala de los olvidados, de los que no tienen historia, pero la escriben, de los que pasan desapercibidos pero dejan huella, de los que brillan aunque no tengan luz en su vivienda, esos que sin gritos se hacen escuchar, y que sin aspavientos se hacen sentir.

Siempre hacemos fila, para ver las “grandes producciones extranjeras” , y casi nos tienen que pagar para ver las nacionales, por eso es impactante ver esta película, que no es la clásica historia de la Blanca Nieves moderna, es tan real que tiene un final tan nuestro, que asombra por la dolorosa intensidad del mismo, aunado a que sin dramatismos, nos cuenta una historia que puede ser la de los vecinos, la de los olvidados de esa “Guatemala Profunda” que vibra todos los días, que es solidaria, que ama, se acompaña, muere, tiene fe, y la misma le hace creer que puede existir un mañana, que probablemente no sea el que esperamos, ni el que queremos, ni el que soñamos, pero que es el real, y en la que lejos de triunfar el guapo y bueno, triunfa la más cruda realidad.

Por eso mientras muchos se pelean por Sandra o Jimmy, la mayoría por un interés, los demás se lavan las manos cual Pilatos después de haber sido parte de los resultados recientes, existe otra Guatemala, esa que diariamente escribe su historia, y no es profunda solamente, es algunas veces oscura, sumergida, y porque no escribirlo, dolida pero fuerte ante la adversidad.

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