Adolfo Mazariegos

A Guatemala le ha consternado grandemente el desastre ocurrido en El Cambray II (Santa Catarina Pinula, Guatemala), una tragedia que para unos pudo ser evitada, y para otros, sencillamente era algo que tarde o temprano tendría que suceder. Pero sea como fuere, lo cierto es que, en medio de todo el dolor y sufrimiento que la tragedia ha generado, han surgido historias maravillosas que merecen ser contadas, y que, transcurrido el tiempo, talvez la tinta y el papel no sean suficientes para plasmarlas y recordarlas. Una de estas historias es la que me contó Rudy Soria, un joven profesional a quien aprecio y quien formó parte de un grupo de voluntarios en tareas de apoyo y rescate en el lugar. Según me refirió, a él le contaron la historia que a su vez me contó, y que ahora yo comparto a continuación:

Sucedió el martes o miércoles de la semana recién pasada, cuando se cumplían cinco o seis días de ocurrida la tragedia. Un grupo de rescatistas y voluntarios trabajaban en el descombramiento de una casa de tres niveles que había sido el hogar de una familia de seis personas que, con el paso de los años, habían logrado realizar no sólo la construcción sino también habían abierto un modesto negocio en uno de los ambientes de la casa: una pequeña tienda de artículos de consumo diario. Mientras los socorristas trabajaban en el descombramiento del área, se corrió la voz de que habían descubierto personas con vida bajo los escombros de la casa, lo cual no dejó de sorprender a muchos dado que habían transcurrido ya varios días desde el suceso y las posibilidades de que hubiera sobrevivientes eran casi nulas. Todos se aglomeraron en torno a lo que aún quedaba de la casa y comprobaron que, efectivamente, aquella familia seguía con vida. La casa estaba soterrada y los dos pisos superiores habían colapsado totalmente; no así la primera planta, que a pesar del peso y la tierra que tenía encima, se mantenía en pie. Por esas circunstancias de la vida que muy difícilmente podríamos explicarnos, toda la familia se encontraba en la planta baja al momento del derrumbe, lo cual les permitió salvarse y, no sin cierto escepticismo, miedo e incertidumbre, conservar la vida hasta que fueron rescatados. ¿Cómo sobrevivieron? Cada quien puede llamarle como considere más apropiado, yo, con todo respeto, le llamaré Milagro. La familia sobrevivió comiendo y bebiendo lo que pudieron de la misma tienda que poseían, incluso golosinas, dulces y refrescos. Sin embargo, lo que es realmente sorprendente, para quienes no conocemos de la materia, es cómo pudo entrar oxigeno suficiente para que todos pudieran respirar durante los días que literalmente permanecieron bajo tierra. Esta es una historia increíble, de las tantas que seguramente aún están por ahí y que sucedieron en medio de tanto dolor y tragedia en El Cambray II. De todo corazón y con todo respeto, mi solidaridad con todos los afectados.

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