Alfonso Mata

En tiempo en que la esperanza induce a la protesta y aún no a la violencia, el prejuicio tiene su mérito. Me explico.

El Gobierno de Guatemala se enfrenta a tres grandes crisis: Por un lado su liderazgo está por la calle, secuestrado por las fuerzas antagónicas de los grupos de poder que luchan entre sí por agarrarlo. Su producción de soluciones, su pensamiento crítico y analítico y sus actos ejemplares, son historia antigua y por lo tanto, su atención al desarrollo es pobre; es tan pobre, que la pobreza de los habitantes, es cada día mayor y su capacidad de reacción se va volviendo nula: Perdió liderazgo y hegemonía social, que lo arrastró a la incredibilidad.

Visto desde el punto de vista de legitimidad, los gobiernos han sido ilegítimos, hecho que nace de una elecciones viciadas, producto de una ley electoral impositiva en lugar de propositiva. El Estado de ser la entidad por excelencia preocupada y distribuidora de bienestar y de consensos sociales ante comportamientos de sus miembros, contradictorios, prepotentes y no apegados a la ley, ha provocado limitaciones de accesos y oportunidades justas para todos, lo que lo ha hecho caer en incumplimiento de exigencias políticas y sociales, provocando un aumento de las brechas, en todos los elementos y principios del desarrollo humano.

La tercera crisis es la institucional. El pueblo ha puesto sus ojos más en esta, provocada por el nepotismo, servilismo y clientelismo y por un constante incumplimiento de valores y objetivos de parte de las instituciones, al haberse transformado en botines monetarios y financieros y de crecimiento personal, llegando eso a niveles insospechados de intenciones y de improductividad.

Las crisis de gobierno, solo la pueden enfrentar de manera conjunta: políticos, técnicos y sociedad, poniendo un alto certero a las causales y determinantes que las alimentan y provocan. No basta con poner hombres probos a la cabeza, son necesarios hombres y mujeres capaces y comprometidos con la justicia y la equidad «que sean cabales» y valientes de hacer el cambio. No es la reforma y atención a la crisis institucional la que hará viable el cambio; es la atención simultánea a las tres crisis; de lo contrario, y no se necesita ser adivino, el fracaso será rotundo y el abismo entre unos ciudadanos y otros seguirá agrandándose.

No puedo negar que el eslabón más débil de la cadena de crisis, es la de las instituciones, y ésta en gran parte se asienta en la dependencia financiera que estas tienen, a los caprichos de los altos dirigentes y congresistas, cosa que es problema de hegemonía y liderazgo, de poner en cintura a quien corresponde dentro de las políticas de Estado y gobierno o transformando estas cuando sea necesario.

En estos momentos, es evidente que el presupuesto que tiene el congreso en sus manos, sirve de «chinche» para afianzar liderazgo y hegemonía a los que se van y a los que vienen; y lo más triste, ninguno de los contendientes a la Presidencia, ni los partidos, han dicho cómo solventarán la crisis financiera nacional, en un mundo en que el dinero, es el que marca la ruta acá y en la China y eso porque ellos están en una posición que no saben cómo salir del atolladero entre compromisos y responsabilidad. Son y están indecisos. De tal manera que es muy claro que el único que podrá ponerle el cascabel al gato es la ciudadanía.

El sistema ha sobrevivido gracias a su capacidad de adaptación. Por tanto, podemos presumir que seguirán políticos y funcionarios desarticulados de los intereses de los ciudadanos.

¡No puede ser! –dice el pueblo al unísono. La buena gente pide reforzar las normas de actuación, reforzar la vigilancia de las instituciones, endurecer las leyes penales, morales y sociales, hacer frente a todas las anomalías, pero eso en mi opinión, no basta. La buena gente cree que los errores humanos pueden rectificarse; eso puede ser bueno en la familia, en la aldea, pero no es suficiente en el Estado. Las fuerzas que derribarán la moral permisiva, no pueden derribarse así por así. Hay que considerar que los hechos de los cuales hemos sido testigos, no son manchas de camisa, son RESULTADOS y es sobre sus causas que hay que actuar. Son producto de un sistema para producirlos, no son accidentales como el paso de una persona por un puesto, y no pueden considerarse errores de un voto o una elección. Son modos de organización y funcionamiento independientes de quien llega al poder, tal es al menos mi opinión y espero estar equivocado porque si no seguiremos ?… sin reducir el diámetro a un punto.

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