Carlos Figueroa Ibarra
Los cinco meses de movilizaciones ciudadanas observadas en Guatemala entre mediados de abril y principios de septiembre despertaron la admiración en buena parte del mundo. Ciertamente resulta admirable lo que en cinco meses lograron las movilizaciones ciudadanas. Pocos previeron las consecuencias notables que iban a tener. Un presidente que hace apenas cuatro años había ganado incontestablemente las elecciones hoy ha renunciado y se encuentra encarcelado. Una vicepresidenta que hace unos meses era la mujer más poderosa del gobierno, ya no es vicepresidenta y también está presa. Ministros y funcionarios del gobierno tuvieron que renunciar y varios se encuentran presos. Desde lejos y desde fuera, el pueblo de Guatemala es visto como ejemplo de lo que puede hacer una ciudadanía activa, participativa y demandante del rendimiento de cuentas. Si en México hubiese sucedido lo que sucedió en Guatemala, se estaría viviendo una verdadera revolución política.
La diferencia radica en que en México no existe una Comisión Internacional Contra la Impunidad que efectúe investigaciones independientes del poder gubernamental. Resulta risible que el presidente Enrique Peña Nieto haya nombrado como Secretario de la Función Pública a su amigo Virgilio Andrade y le haya encomendado averiguar si hubo conflicto de intereses en la adquisición de la costosísima casa que a la pareja presidencial le encontró el equipo periodístico de Carmen Aristegui. ¿Sabe usted cual fue la conclusión de Andrade? Obviamente que no hubo conflicto de intereses. Y Peña Nieto públicamente pidió disculpas por las molestias al respetable público y le dio vuelta a la hoja.
En Guatemala sucedió lo contrario. La CICIG hizo revelaciones demoledoras y lo que hizo fue echarle gasolina al fuego. El que las distintas clases urbanas hayan salido a protestar, el que personas que nunca imaginaron verse en las calles gritando contra el mal gobierno, acaso haya implicado una transformación cultural que esperemos tenga largos alcances. Hay escépticos de que esto haya sucedido. Yo mismo pienso que la indignación ciudadana estuvo centrada en la corrupción y en el gobierno de Pérez Molina y que no vincula a esta figura con otros hechos oprobiosos de los cuales fue protagonista. Una prueba de ello es que buena parte de los que protestaron, no están conscientes de los vínculos entre el grupo de intereses que estuvieron detrás de Pérez Molina y los que ahora están detrás de Jimmy Morales. Y el escritor Mario Roberto Morales ha dicho con su agudeza crítica habitual: “No se traguen la píldora de que “Guatemala despertó”, yo creo que no, simplemente cambió de pesadilla”.
A pesar de que comparto una dosis del escepticismo de Mario Roberto, no comparto su aseveración de que todo lo que sucedió fue parte de un plan estadounidense para adecuar la política nacional a sus designios imperiales. Y que fueron éstos y no las movilizaciones ciudadanas las que hicieron caer a Pérez Molina y Baldetti. Los saldos de las movilizaciones ciudadanas los veremos en los próximos tiempos. Si como se ha dicho lo sucedido fue solamente el principio, entonces sabremos de su gran envergadura histórica.