Félix Loarca Guzmán
La solidaridad de los pobres ayudando a los pobres, se ha evidenciado nuevamente con motivo de la tragedia que hoy enluta a Guatemala, como consecuencia del alud de tierra que la semana pasada sepultó a más de cien viviendas de la aldea El Cambray II, en el municipio de Santa Catarina Pinula, del departamento de Guatemala.
Es admirable la reacción de amor que las personas de escasos recursos de la capital de Guatemala y de los departamentos, han tenido llevando víveres, ropa y aportes económicos, para apoyar a las víctimas de este desastre natural, producto de la vulnerabilidad del medio ambiente y de la falta de una política social de vivienda, que hasta ahora ha dejado un saldo dramático de alrededor de doscientos muertos y unos trescientos desaparecidos.
El cuadro es estremecedor, pues muchas de las familias que residían en el lugar, no solo perdieron a sus seres queridos que resultaron soterrados a raíz del desprendimiento de tierra por la humedad de las lluvias, sino que también quedaron en la calle, pues ahora carecen de vivienda.
Por otra parte, también hay que destacar que simultáneamente con la solidaridad de los pobres hacia los pobres, sobresale el heroísmo y la abnegación de los centenares de rescatistas de los cuerpos de bomberos, del Ejército, de la Policía Nacional Civil, de la Coordinadora Nacional de Reducción de Desastres, (Conred), y de otras entidades de socorro, que junto con muchos voluntarios, han estado trabajando en la dura tarea de la remoción de la tierra en busca de las personas soterradas, en un escenario con olor a muerte y en medio de muchos riesgos por la fragilidad del terreno.
Asimismo, el pueblo de Guatemala guarda una inmensa gratitud por la solidaridad de varios países, entre ellos México, cuyo gobierno envió de inmediato un avión con una brigada especial integrada por más de sesenta rescatistas, médicos, enfermeros, elementos de seguridad y 16 perros entrenados para la localización de personas en casos de desastres naturales.
Igualmente, tenemos que subrayar el aporte inicial del gobierno de Estados Unidos con 50 mil dólares para los damnificados, y una considerable cantidad de raciones alimenticias destinadas a las numerosas personas que siguen trabajando incansablemente para encontrar a los desaparecidos.