El presidente Alejandro Maldonado Aguirre anunció ayer que ya está completo el equipo con el que gobernará desde ahora hasta el 15 de enero del año próximo y en el mismo figuran varias personas que fueron confirmadas y que venían de desempeñar sus cargos bajo la dirección de Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti, quienes hicieron gobierno hasta que ambos presentaron su renuncia y fueron enviados a prisión preventiva por su participación en La Línea.

Es natural que a estas alturas no sea fácil renovar todo el equipo, no sólo porque no es mucha la gente que se quiera comprometer con un trabajo de tan poco tiempo, sino también porque no se ve claro cuál es el norte que tendrá este gobierno de transición que fue justamente lo que algunos sectores de la vida nacional pidieron cuando empezó la crisis en abril. Un gobierno de transición que tendrá que lidiar con los mismos problemas que se venían arrastrando y que no tiene claro cómo hacer aportes efectivos para la modernización de nuestro sistema político y la implementación de acciones que conviertan en prioridad nacional el tema de la transparencia.

Y entre la parte que queda como herencia de Pérez Molina y algunos de los recién nombrados, resulta que el gobierno de Alejandro Maldonado Aguirre pinta justamente para ser el encargado de hacer una transición sin sobresaltos para entregarle el poder a quien gane en la segunda vuelta. No es posible esperar mucho más de este gobierno que no ha logrado establecer un vínculo fuerte con la población que no lo ve como el agente de cambio capaz de comprometer a las fuerzas políticas del país para la adopción de medidas urgentes que plasmen en la estructura legal del país las demandas de la población tras el escándalo surgido en abril de este año cuando se destapó el negocio de la defraudación aduanera.

Dentro de una concepción realista de las probabilidades y capacidades del gobierno de transición, hay que entender que entregar el mando al ganador de la segunda vuelta será su logró más significativo e importante. Puede trabajarse seriamente en impulsar la aprobación del Presupuesto, pero el mismo es tal nivel de mamarracho que no ha de aportar beneficio directo al país, salvo el hecho de que contempla asignaciones para el pago de la creciente deuda pública que ha ido alimentando la ineptitud de los encargados de las finanzas nacionales.

Un equipo de lujo, como para enviar un mensaje esperanzador al pueblo de Guatemala, era mucho esperar de un gobierno con tan poca expectativa, por lo que no hay otra que conformarnos con lo que se logró.

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