Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

La Ciudad de Guatemala ha desbordado, por mucho, la jurisdicción del Municipio de Guatemala y se ha extendido por todos los municipios circunvecinos atiborrados de población que se asienta de manera anárquica y sin ningún tipo de control por donde literalmente pueden, aunque sea poniendo en peligro constante su vida. El urbanismo moderno tiene conceptos puntuales como la regulación de los usos del suelo y es indispensable que las autoridades establezcan los parámetros necesarios para evitar que se puedan construir viviendas en sitios riesgosos.

Los constituyentes ya habían previsto el problema de la altísima concentración de personas en la llamada Ciudad de Guatemala y por ello establecieron una norma en el artículo 231, que literalmente dice: «Región metropolitana. La ciudad de Guatemala como capital de la República y su área de influencia urbana, constituirán la región metropolitana, integrándose en la misma el Consejo Regional de Desarrollo respectivo. Lo relativo a su jurisdicción territorial, organización administrativa y participación financiera del Gobierno Central, será determinado por la ley de la materia.»

La Constitución está en vigencia desde hace treinta años, los mismos que tiene el equipo del Alcalde Álvaro Arzú de estar en la municipalidad de Guatemala y en esos treinta años han tenido al menos en dos ocasiones además el control del gobierno central y por lo menos una vez mayoría en el Congreso de la República como para haber implementado la conformación de ese Consejo Regional de Desarrollo, aprobando la ley que estableciera su jurisdicción territorial, organización administrativa y la participación del gobierno central. Sin embargo, en treinta años se han pasado por el arco del triunfo la norma constitucional que serviría para establecer un plan de ordenamiento metropolitano capaz de establecer las normas de uso del suelo para prevenir tragedias como la que ahora estamos lamentando.

No hay excusa para que en treinta años no hayan movido un dedo para avanzar con los otros alcaldes en la conformación de ese Consejo Regional de Desarrollo ni en la implementación de la Región Metropolitana. La única explicación es que «Su señoría» no se junta con la chusma y como los alcaldes de los municipios vecinos son vistos como de menor jerarquía y prestancia, imposible lograr que se puedan reunir como lo que son, es decir como pares, para iniciar el proceso que permita enfrentar con criterio metropolitano los problemas de la ciudad capital.

Evidentemente no es culpa del Alcalde, puesto que la gente le sigue eligiendo una y otra vez a pesar de la ausencia de plan, de visión urbanística y de concepto de desarrollo metropolitano. Al final de cuentas es más culpa de los electores, supuestamente los más preparados y educados del país, puesto que siempre he dicho que el político llega y hace lo que los ciudadanos le permitimos hacer y más cuando se les reelige una y otra vez a pesar de las notables evidencias de que no hay sustancia ni noción de lo que significa administrar una ciudad como la nuestra.

Que en treinta años no hayan podido dar ni un paso para conformar la Región Metropolitana es patético, pero más lo es la actitud del elector.

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