Eduardo Villatoro
Era yo joven aún cuando ocurrió lo que contaré enseguida a manera de introducción, cuando se intentaba establecer en calidad de partido político al Frente Unido de la Revolución, que previamente habían procurado infructuosamente fundarlo con nombres similares, como URD, FURD, pero en las elecciones de 1970 participó en alianza con la Democracia Cristiana y el Partido Revolucionario Ortodoxo, o algo por el estilo, para constituir el Frente Nacional de Oposición.
Al FUR le correspondía una cuota de candidatos a diputados, incluyendo la plaza que encabezaría el listado distrital de San Marcos. Unos cuatro, si acaso. El extinto Manuel Colom Argueta, líder social demócrata que pocos años después fue asesinado por una banda de militares, me propuso que yo ocupara esa posición, a pedido de un grupo de ingenuos paisanos.
Le agradecí el gesto, pero rechacé la oferta diciéndole que mi pasión era (y es) el periodismo y ciencias conexas, menos militar en política partidista, además de que jamás había visto juntos Q50 mil, para decir una cifra que en esas fechas era elevadísima y que quizá algún corsario de la política comercial podría ofrecerme y hasta llegaría a tentarme, pese a los principios que me inculcó mi madre. Otro periodista que residía en Coatepeque me sustituyó y asumió la curul.
Recordé ese incidente al enterarme que el diputado Mario Rivera reelegido bajo el luminoso cobijo de Lider, fue despojado de su impunidad a fin de que sea investigado por los delitos de enriquecimiento ilícito y lavado de dinero, según denuncia del MP y la CICIG.
Al presuntamente inocente parlamentario desde 1996, se le señala de poseer cinco residencias ostentosas que tendrían un valor de 10 millones de dólares, disponer de cinco vehículos de lujo y que sus cuentas bancarias sobrepasan los Q9 millones, todo lo cual es incompatible con sus ingresos provenientes de su ardua y prolija actividad legislativa, habiéndose descartado, según previas investigaciones, que sea socio o propietario de alguna firma comercial o industrial o que haya obtenido alguna ignorada herencia.
Fíjese usted, envidioso lector, que no todos los empresarios son excesivamente codiciosos, porque según la Intendencia de Verificación Especial, una dadivosa compañía dedicada a la construcción de carreteras, depositó determinada suma de dinero en una cuenta del fecundo legislador quichelense.
El intachable congresista arguyó en su defensa que el dueño de esa empresa le debía una cantidad de plata que no se dio a conocer, y como se trata de un honorable guatemalteco le devolvió el préstamo, fundamento que Rivera puede demostrarlo mediante la existencia de “un vale”, documento suficiente para evidenciar su integridad.
Este político sólo es víctima de las circunstancias. ¿O no?
(El fastidioso Romualdo Tishudo me pregunta: -¿Vos, Wayito, tenés idea de cuántas escuelas se construirían y qué cantidad de medicamentos se podrían adquirir en hospitales con Q9 millones y US$10 millones?).